domingo, 12 de agosto de 2012

Volviendo al barrio


El lamento de las sirenas, Michael Koryta

Cumpliendo la promesa que me hice, le entré a esta segunda entrega de la serie de Perry y Pritchard, luego de Esta noche digo adiós. Aquella ya había sido lo suficientemente buena, pero si encima consideramos que era una primera novela de un autor apenas veinteañero, bueno, ¿quién no iría por la segunda? Aunque sea para ver si todo era cartón pintado, o si Koryta sigue subiendo la vara.

En El lamento de las sirenas volvemos a recorrer las calles de Cleveland. En especial, aquellas en las que creció Lincoln Perry, en Clark Avenue. Un lugar del que el detective se ha alejado mucho tiempo atrás. Todo comienza cuando, charlando con Amy, su amiga periodista, Lincoln se entera de que ha habido un incendio por allí, en una casa abandonada. Apagado el fuego, encuentran, dentro de la casa, el cadáver de una mujer. Para entonces ya hay (rapidito, gracias a las cámaras de vigilancia) un sospechoso al que buscar. El tipo, que vive en Clark Avenue, está prófugo y se llama Ed Gradduk. Y al oír el nombre de su mejor amigo de la infancia, a Lincoln le pasa por encima una ola de recuerdos. Algunos bastante dolorosos.

Lincoln encuentra a Ed, borracho y escondido en el bar de otro viejo amigo en común. Discute con él —aún tienen cuentas pendientes— y, antes de que llegue a contarle nada de lo sucedido, llega la policía a arrestarlo y en un “confuso episodio” (ejem…), Ed es atropellado y muere.

Cuando todo el mundo se dispone a cerrar el caso, Lincoln convence a su socio Joe Pritchard de trabajar para limpiar el nombre de su amigo muerto. En el camino van a descubrir no sólo una red mafiosa que atraviesa la ciudad, su policía y su justicia, sino que también echarán luz sobre unos episodios oscuros de mucho tiempo atrás, que involucraron a los padres de Ed y de Lincoln, antiguos vecinos.

El lamento de las sirenas es una muy buena novela, a la altura de ese excelente título. Es una novela de corte clásico, en la variante buddie, esas que involucran a una pareja de investigadores medio socios, medio amigos. Justo la leo después de la última de Patrick Kenzie y Angie Gennaro, La última causa perdida, otra pareja famosa. Koryta ha confesado su admiración por Lehane, y la influencia que de él reconoce. La verdad sea dicha: mientras la dupla Kenzie & Gennaro está en el ocaso, la de Perry & Pritchard asoma con otra potencia.

En esta segunda novela de P&P Koryta revalida todos los méritos que dejó entrever en aquel sorprendente debut. Me veo tentado de sanatear diciendo que “se lo nota más maduro” o que “sus personajes van ganando en solidez”. Tal vez todo eso sea cierto. También es cierto que ya es mi segundo encuentro con el autor y con sus personajes. Muy distinto del primero, y a la vez, afectado por aquella impresión satisfactoria. Lo que quiero decir es que no puedo ni pienso hacer una comparación de ambas novelas para buscar esos “signos de madurez” o de “mayor solidez”. No creo que nadie se tome el trabajo, a menos hasta que Koryta sea tema de alguna tesis doctoral. Y que si lo/s veo más “algo” que antes es porque —tal vez, no sé, digo—  esta es la segunda novela que leo de él/ellos.

Para mí es más que suficiente que me haya entretenido con una historia ágil y cuyos personajes me resultan verosímiles y  atractivos. Que mezcla con eficacia una trama “detectivesca” —incendios provocados, negocios turbios, mafiosos y policías corruptos— con otra, más macdonaldiana, de relaciones familiares ocultas durante años. De esas que, tarde o temprano, siempre afloran para iluminar el presente.

Otro punto alto de la colección Roja & Negra, de Mondadori.

Traducción: Sergio Lledó
7/12

No hay comentarios:

Publicar un comentario