sábado, 30 de noviembre de 2013
Soplo rosado
viernes, 29 de noviembre de 2013
Camino tortuoso
martes, 26 de noviembre de 2013
Donde pone el ojo
sábado, 15 de septiembre de 2012
Por las guerras sangrientas y las enfermedades fatales
viernes, 14 de septiembre de 2012
Contraseñas
jueves, 13 de septiembre de 2012
Probabilidades
martes, 11 de septiembre de 2012
“A ver qué te depara el próximo minuto”
Cuando se dice “violencia extrema” significa que Jack Reacher, el protagonista y narrador —el “bueno” de la historia— se carga por lo menos a nueve o diez tipos. Profesionalmente, sí, con sangre helada, es cierto. También es cierto que sus adversarios son todos muy malos, pero no por eso Reacher es menos asesino.
domingo, 9 de octubre de 2011
El sonido del miedo
¿Cuál es la sintonía del siglo XX? Podríamos celebrar un debate sobre ello. Unos acaso dirían que es el sereno zumbido del motor de un avión. Quizás el de un solitario caza deslizándose por un cielo azul en la década de 1940. O el aullido de un reactor volando bajo, haciendo temblar la tierra. O el bop bop bop de un helicóptero. O el bramido de un avión de carga 747 al despegar. O las explosiones de las bombas que caen sobre una ciudad. Todos cumplirían los requisitos. Son ruidos exclusivos del siglo XX. Nunca se habían oído antes. Jamás en la historia. Algunos optimistas insensatos tal vez votarían por una canción de los Beatles. Un coro de ye, ye, ye apagándose bajo los chillidos del público. Me gustaría esa opción. Pero una canción y unos gritos no reúnen los requisitos. La música y el deseo han estado entre nosotros desde el origen de los tiempos. No se inventaron a partir de 1900.
No, la cortina musical del siglo XX es el chirrido y el estrépito de las orugas de los tanques en una calzada pavimentada. Ese sonido se oyó en Varsovia y en Rotterdam, en Stalingrado y en Berlín. Y se volvió a oír en Budapest, en Praga, en Seúl y en Saigón. Es un sonido terrible. Es el sonido del miedo. Habla de una fuerza abrumadora. Y habla de indiferencia lejana e impersonal. Las bandas de rodadura del tanque chirrían y traquetean, y el propio ruido que producen nos revela que no pueden detenerse. Nos comunica que somos débiles e impotentes contra la máquina. De repente, una oruga se para y la otra sigue y el tanque da media vuelta y avanza tambaleándose hacia nosotros, rugiendo y chirriando. Éste es el verdadero sonido del siglo XX.
(Jack Reacher)
jueves, 6 de octubre de 2011
La santísima trinidad
Teníamos una serie de posibles sospechosos. Era una base cerrada, y el ejército es bastante eficiente en saber quién está en cada lugar en todo momento. Podíamos empezar con metros de papel impreso y analizar cada nombre según un sistema binario, posible o no posible. A continuación podíamos reunir todos los posibles y trabajar con la santísima trinidad universal de los detectives: medios, móvil y oportunidad. Los medios y la oportunidad no revelarían gran cosa. Por definición, nadie estaría en la lista de los posibles a menos que se demostrase que tenía una oportunidad. Y en el ejército todo el mundo es físicamente capaz de estrellar una barra de hierro contra la cabeza de una víctima desprevenida. Sería un equivalente aproximado del requisito más básico para entrar.
O sea que vamos a parar al móvil, que a mi entender era donde empezaba todo. ¿Por qué?
(Jack Reacher)
(Lee Child, El enemigo, Barcelona, Ediciones B, 2006, pg 163)lunes, 3 de octubre de 2011
Intrigas en un nuevo orden mundial
El enemigo es la primera de las historias de Jack Reacher, el detective creado por el británico Lee Child. No es la primera novela, pero sí la que ocurre más temprano en el tiempo, y de ella podemos aprender mucho acerca del protagonista.
Estamos en el Año Nuevo de 1990. Jack Reacher se encuentra destinado en una base de Carolina del Norte. Ha llegado allí pocos días antes, procedente de Panamá (Noriega, operación Causa Justa, ¿a alguien le suena?). En medio de los festejos de Año Nuevo, en su carácter de comandante de Policía Militar, Reacher debe asistir a un sucio motel de un cruce carretero cercano a la base. Allí ha aparecido muerto un alto general, jefe del cuerpo de Blindados con asiento en Alemania, que se encontraba de paso hacia una importante reunión a celebrarse en California. ¿Qué hace ahí? ¿Con quién estaba? Parece que ha muerto de un ataque al corazón, pero ¿solo, y con un condón puesto? En cualquier caso, hay en el Ejército gente que está muy interesada en que no crezca un escándalo a partir de esto.
Digamos que un general muerto en un motel no es cosa fácil de manejar, pero muy distinto es que enseguida aparezca asesinada la esposa del mismo general, quien vivía en una ciudad cercana a la base. ¿Mucha casualidad pensar en un ladrón? Encima, dos días más tarde el cadáver de un integrante de los comandos Delta aparece en medio del campo, en una escena armada para simular un crimen de índole sexual.
Reacher, que no cree mucho en las casualidades, debe buscar la conexión entre estos hechos. Con ayuda de la teniente Summer encara las investigaciones, a menudo transgrediendo muy alevosamente la disciplina militar. Se convierte en poco menos que un renegado, perseguido por pares y superiores a medida que va desentrañando una intriga política de grandes proporciones. En un mundo que se ha vuelto del revés luego de la caída del Muro, muchos saben que se vienen cambios violentos en el Ejército, y todos están trabajando para sacar el mejor provecho de ellos. Reacher debe entonces destapar intrigas internas que lo llevan a recorrer medio mundo, desde California a Frankfurt, pasando por París.
Paralelamente, conocemos al hermano de Reacher. También es un alto funcionario del gobierno. Ambos deben encontrarse para ir a ver a su madre, que está agonizando sola en París. Esta trama paralela, en un registro que poco tiene que ver con el policíaco, resulta muy interesante por la información que nos da acerca de Reacher y su familia, pero por sobre todo porque nos muestra un costado de Reacher al que no estamos habituados: el de los afectos. Perfectamente escrita, de lo mejor del libro, resulta emocionante presenciar la forma en que los hermanos Reacher se enfrentan a la pérdida.
En mi anterior reseña sobre él, ya encontré varios características que me gustaban del Reacher detective privado. Sin embargo, en El enemigo todavía se desempeña como un militar de un ejército imperial, cuyas “Causas justas” viene sufriendo el mundo entero desde hace rato. ¿Cómo se entiende que, aun así, el personaje caiga tan bien? Se me ocurre una explicación: Reacher es un outsider. Trabaja en el ejército, y es leal a él, pero como todo buen detective que se precie, Reacher tiene sus convicciones, su moral, y no hay norma del ejército que pueda pasar sobre ellas. Nada más lejano a Reacher que el concepto de “obediencia debida”, en su acepción mala. El lector nunca pierde de vista que, tarde o temprano, Reacher acabará teniendo problemas son sus empleadores…
Una gran novela de un gran personaje. Invita a hacerse fan de la serie. A diferencia de El camino difícil, El enemigo está narrada en primera persona por el propio Reacher. Este detalle ya me lo había adelantado mi amigo Diego Ruiz, de elaleph.com, que me prestó el libro (y también el próximo de la serie). ¡Gracias, Diego!
Traducción: Juan Soler
9/11
jueves, 7 de julio de 2011
Ni con un espejo colgado de un palo
—Una lástima. Su esposa es una mujer hermosa, señor Lane. Y su hija es encantadora. Y, si las quiere de vuelta, yo soy todo lo que tiene. Porque, como le dije, sus hombres pueden iniciar una guerra, pero no son investigadores. Ellos no pueden encontrar lo que usted busca. Los conozco. Estos tipos no podrían encontrarse el culo ni aunque les diese un espejo colgado de un palo para que se lo vieran.
Nadie habló.
—¿Sabe dónde vivo? —preguntó Reacher.
—Podría averiguarlo —replicó Lane.
—No podría. Porque no vivo en ninguna parte. Me desplazo. Aquí, allá, a cualquier lado. De modo que si decidiese irme hoy de aquí, no volvería a verme. Puede estar bien seguro.
Lane no respondió.
—Y, en cuanto a Kate, tampoco volvería a verla. También puede estar bien seguro de eso.
—No saldrías de aquí con vida. A menos que yo lo decidiese.
Reacher meneó la cabeza.
—Aquí no utilizará armas de fuego, no dentro del edificio Dakota. Estoy convencido de que eso rompería los términos de su acuerdo comercial. Y no me preocupa el combate cuerpo a cuerpo. No contra hombres como esos. Recuerda cómo era en el ejército, ¿verdad? Si alguno de sus hombres se salía de la formación, ¿a quién llamaba? A la Unidad Especial 110. Los hombres duros necesitan policías aún más duros. Yo era uno de esos policías. Y me muero de ganas de volver a serlo. Contra todos a la vez, si quiere.
Nadie habló.
lunes, 27 de junio de 2011
A este lo vas a querer en tu equipo
Hagamos un juego. Supongamos que te encuentras, estimado lector, en un callejón oscuro y sucio. No estás solo: hay, pongamos, cuatro o cinco tipos muy enojados. No importa la razón, pero el enojo es contigo, lector. Los tipos portan armas “no inmediatamente letales” (es decir, no pistolas, sino, por ejemplo, bates de béisbol). No hay testigos a la vista. El panorama es feo, ¿eh? Bueno, éste es el juego: te doy un segundo para pensar en un héroe de novela negra, que se materializará en el callejón y te ayudará en ese difícil trance. ¿Listo? ¿Pensaste? Yo también: el mío es y será Jack Reacher, un tipo duro de verdad. Muy duro.
Jack Reacher, el protagonista de El camino difícil, es un expolicía militar. De vez en cuando hace trabajos de investigador privado, pero no parece que sea una ocupacion estable. En esta, décima novela de una serie que ya lleva ¡dieciséis!, podría decirse que su trabajo le cae de casualidad. Una noche, Reacher se encuentra tomando un expreso en un café neoyorquino cuando observa a un hombre subirse a un auto y alejarse. Nada muy llamativo, la verdad. El café está tan bueno que, contrariando una de sus tantas normas internas —llamarlas obsesiones sería más correcto— vuelve a la noche siguiente al mismo lugar, a la misma hora. Allí lo encara un sujeto que le pregunta por el hombre y el auto que vio la noche anterior. Reacher nos sorprende con una descripción ultra detallada del vehículo, como si estuviese viéndolo en ese mismo momento. Es una de las tantas habilidades de Reacher: observar, vivir en estado de alerta.
El tipo que lo interroga resulta ser un militar británico retirado. Lo lleva al famoso edificio Dakota a ver a su jefe, el señor Lane, y a sus compañeros. Reacher detecta enseguida que todos son de alguna forma sus colegas: Marines, Deltas, Recon Marines, comandos SAS, todos combatientes de élite. Le explican que lo que presenció la noche anterior fue la entrega de un rescate millonario por un secuestro, el de la esposa y la hijastra de Lane, y que es el único que vio al secuestrador. Lane no está dispuesto a recurrir al FBI. Así que, pregunta va, respuesta viene, Reacher termina contratado por Lane, quien lo incorpora a su equipo con la misión de encontrar a las secuestradas.
Comienza así una historia interesantísima y atrapante, que nos llevará desde el Greenwich Village de Nueva York hasta la campiña inglesa, pasando por los horrores de las guerras civiles y las revueltas en pequeñas naciones africanas. Con una muy adecuada dosificación de las pistas que permiten al lector ir desentrañanado el misterio a la par de Reacher, la novela se lee de un tirón. A mí criterio no tanto por la historia sino por el personaje: la pregunta no es acá “¿qué va a pasar ahora?” sino “¿qué hará Reacher ahora?”.
Jack Reacher es un personaje muy especial. Su enorme físico, sumado a su entrenamiento militar y a su mente de extraño funcionamiento lo convierten en una especie de máquina super eficiente para el rastreo de personas. Reacher habla muy poco, sólo lo necesario. Observa todo, todo el tiempo. Almacena datos que a la mayoría de los mortales se nos pasarían por alto. Siempre sabe qué hora es gracias a su preciso reloj mental, que incluso le sirve para despertarse. No sabe de dónde le viene esta habilidad, pero la tiene. Y, encima de todo, Reacher puede ser un tipo muy violento. De esos que no se andan con vueltas a la hora de resolver por las malas cualquier situación. En suma, el tipo que te conviene tener siempre de tu lado.
Lee Child, británico al que se le nota poco su origen, escribe con mucho oficio una buena historia, no quiero dejar de mencionarlo. Muchos quisieran escribir una historia tan bien planteada como esta, no lo duden. Pero su mejor creación es este extraordinario personaje. Jack Reacher, norteamericano, y cuyas historias transcurren en Estados Unidos, es una creación muy bienvenida. Es uno de esos personajes que te hacen esperar con ansiedad su próxima novela.
El camino difícil es el primer libro de Lee Child que se puede encontrar en las librerías de Buenos Aires. Sé de alguna vieja edición de otro, y también que RBA ha sacado alguna novela más en su interesante colección Serie Negra.
Venderán al menos una el primer día en que aparezca por aquí.
Traducción (¡excelente!): Magdalena Palmer
5/11