martes, 26 de noviembre de 2013

Donde pone el ojo

Un disparo, Lee Child

Un disparo comienza con la escena de un francotirador que se acomoda detrás del muro bajo de un estacionamiento, en el centro de una ciudad de Indiana. La escena es minuciosamente descripta, con un detalle que no agobia sino que es herramienta para administrar el suspenso. Porque, como la descripción de Child, el oficio de francotirador requiere mucha meticulosidad, atención al detalle, rigor. Más cuando se trata de un francotirador que no debe dejar rastros. Este es uno de esos, porque va a asesinar a mansalva a cinco personas. Necesitará apenas seis disparos. Después, desarma todo y desaparece. Pero, curiosamente, deja un tendal de pistas que lo incriminan. Tanto que en menos de una hora la policía lo tiene identificado. Lo detienen en su casa, durmiendo una borrachera.

El acusado es James Barr, tirador retirado del ejército. En la sala de interrogatorios no hay forma de sacarle una palabra. Lo único que el tipo dice es: “Traigan a Jack Reacher”. Nadie tiene idea de quién es Reacher. Tampoco pueden averiguarlo por Barr, ya que este sufre una brutal golpiza en la cárcel y queda en coma. Pero Reacher, quien estando en Miami había escuchado el nombre de James Barr en las breaking news de la CNN, ya está en camino.

Reacher no viene con la idea de defenderlo: Reacher detesta a Barr. En Kuwait, Barr fue un asesino; y Reacher, en su rol de policía militar, lo investigó y probó su culpabilidad. Cuando Reacher llega y toma contacto tanto con la fiscalía como con la defensa de Barr, empieza a pensar que hay muchos cabos sueltos en el caso. El primero y más llamativo: la inusual contundencia de las pruebas. No hace falta más para que Reacher, ese vagabundo sin otro equipaje que la ropa puesta y su obsesión por encontrar la verdad siempre, se meta a investigar el caso.

Y va a terminar destapando asuntos muy oscuros, con la ayuda de un equipo compuesto por la abogada defensora, una periodista, un detective privado y un exmarine y entrenador de tiro. No lo olvidemos: Reacher es un desconocido en todos lados, aparece y se va sin dejar rastros. No le queda opción más que trabajar con los “buenos” que encuentra en cada lugar. Y ellos lo siguen, bien porque no les queda opción, bien porque Reacher seduce con su inteligencia, sus conocimientos, su poderío físico.

Que son las mismas herramientas con las que se enganchan los lectores. Por ejemplo, sabemos que Reacher no hace alarde, pero si tiene que enfrentar a cinco tipos no arruga. Sabe pelear, sí, pero además es analítico hasta para eso:

“Eran cinco. Y una banda de cinco tíos debía tener un cabecilla, dos miembros con ganas de pelear y dos reacios a la idea. Lo único que tenía que hacer era tumbar al cabecilla y después a los dos tipos dispuestos a pelear. Los otros dos simplemente huirían. Así que no se trataba de un cinco contra uno. La cosa nunca iba más allá de un tres contra uno”.
Desde luego, la pelea se resuelve rápido y de la manera prevista por Reacher. Es cierto que Reacher mide casi dos metros, pesa cien kilos y piensa, y por lo tanto es un rival difícil para cualquiera. Pero es este tipo de “mecanismos” —el razonamiento de la pelea contra cinco tipos, la información técnica sobre armamentos, o sobre el efecto del viento sobre una bala, o lo que sea que escape al conocimiento del lector medio— lo que construye de antemano la verosimilitud de lo que va a venir. Y lo que viene, el lector —ya “trabajado”— lo admite feliz, sin el menor cuestionamiento. Es un truquito a tener en cuenta, y que en las novelas de Child/Reacher se ve con bastante claridad.

Novena entrega de la serie del detective Jack Reacher —que ya va para los 20 títulos—, Un disparo es la historia que fue adaptada al cine en la peli Jack Reacher, con Tom Cruise en el papel protagónico (*). Se sabe: cuando una serie alcanza su novena entrega ya está ajustada como una maquinaria. Artefactos que se fabrican en serie, pero no por ello menos atractivos o menos eficaces, las novelas del tándem Child/Reacher nunca van a decepcionar a sus seguidores. Desde luego, las habrá mejores y peores, pero como fórmula funcionan. Porque Child sabe lo que busca, y, como Reacher, donde pone el ojo, pone la bala.

11/13

Traducción: María Fernández Gutiérrez

(*) Sigo sin compartir que Cruise haya sido la mejor elección. Aunque el mismo Lee Child la defiende en esta entrevista.

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