Un disparo, Lee Child
Un disparo comienza con la escena de un
francotirador que se acomoda detrás del muro bajo de un estacionamiento, en el
centro de una ciudad de Indiana. La escena es minuciosamente descripta, con un
detalle que no agobia sino que es herramienta para administrar el suspenso.
Porque, como la descripción de Child, el oficio de francotirador requiere mucha
meticulosidad, atención al detalle, rigor. Más cuando se trata de un
francotirador que no debe dejar rastros. Este es uno de esos, porque va a
asesinar a mansalva a cinco personas. Necesitará apenas seis disparos. Después,
desarma todo y desaparece. Pero, curiosamente, deja un tendal de pistas que lo
incriminan. Tanto que en menos de una hora la policía lo tiene identificado. Lo
detienen en su casa, durmiendo una borrachera.
El
acusado es James Barr, tirador retirado del ejército. En la sala de
interrogatorios no hay forma de sacarle una palabra. Lo único que el tipo dice
es: “Traigan a Jack Reacher”. Nadie tiene idea de quién es Reacher. Tampoco
pueden averiguarlo por Barr, ya que este sufre una brutal golpiza en la cárcel
y queda en coma. Pero Reacher, quien estando en Miami había escuchado el nombre
de James Barr en las breaking news de
la CNN, ya está en camino.
Reacher
no viene con la idea de defenderlo: Reacher detesta a Barr. En Kuwait, Barr fue
un asesino; y Reacher, en su rol de policía militar, lo investigó y probó su
culpabilidad. Cuando Reacher llega y toma contacto tanto con la fiscalía como
con la defensa de Barr, empieza a pensar que hay muchos cabos sueltos en el
caso. El primero y más llamativo: la inusual contundencia de las pruebas. No
hace falta más para que Reacher, ese vagabundo sin otro equipaje que la ropa
puesta y su obsesión por encontrar la verdad siempre, se meta a investigar el
caso.
Y va
a terminar destapando asuntos muy oscuros, con la ayuda de un equipo compuesto
por la abogada defensora, una periodista, un detective privado y un exmarine y
entrenador de tiro. No lo olvidemos: Reacher es un desconocido en todos lados,
aparece y se va sin dejar rastros. No le queda opción más que trabajar con los
“buenos” que encuentra en cada lugar. Y ellos lo siguen, bien porque no les
queda opción, bien porque Reacher seduce con su inteligencia, sus conocimientos,
su poderío físico.
Que
son las mismas herramientas con las que se enganchan los lectores. Por ejemplo,
sabemos que Reacher no hace alarde, pero si tiene que enfrentar a cinco tipos
no arruga. Sabe pelear, sí, pero además es analítico hasta para eso:
“Eran cinco. Y una banda de cinco
tíos debía tener un cabecilla, dos miembros con ganas de pelear y dos reacios a
la idea. Lo único que tenía que hacer era tumbar al cabecilla y después a los
dos tipos dispuestos a pelear. Los otros dos simplemente huirían. Así que no se
trataba de un cinco contra uno. La cosa nunca iba más allá de un tres contra
uno”.
Desde
luego, la pelea se resuelve rápido y de la manera prevista por Reacher. Es
cierto que Reacher mide casi dos metros, pesa cien kilos y piensa, y por lo
tanto es un rival difícil para cualquiera. Pero es este tipo de “mecanismos”
—el razonamiento de la pelea contra cinco tipos, la información técnica sobre
armamentos, o sobre el efecto del viento sobre una bala, o lo que sea que
escape al conocimiento del lector medio— lo que construye de antemano la verosimilitud de lo que va a venir. Y lo
que viene, el lector —ya “trabajado”— lo admite feliz, sin el menor
cuestionamiento. Es un truquito a tener en cuenta, y que en las novelas de
Child/Reacher se ve con bastante claridad.
Novena
entrega de la serie del detective Jack Reacher —que ya va para los 20 títulos—,
Un disparo es la historia que fue
adaptada al cine en la peli Jack Reacher,
con Tom Cruise en el papel protagónico (*). Se sabe: cuando una serie alcanza
su novena entrega ya está ajustada como una maquinaria. Artefactos que se
fabrican en serie, pero no por ello menos atractivos o menos eficaces, las
novelas del tándem Child/Reacher nunca van a decepcionar a sus seguidores.
Desde luego, las habrá mejores y peores, pero como fórmula funcionan. Porque Child
sabe lo que busca, y, como Reacher, donde pone el ojo, pone la bala.
11/13
Traducción: María
Fernández Gutiérrez
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