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domingo, 13 de febrero de 2011

Más magia orillera

Sacrificio, Leonardo Oyola


Segunda parte de la que será una tetralogía, llegan en Sacrificio nuevas aventuras de Fátima Sánchez, la Víbora Blanca, en su eterna guerra con la Marabunta. La acompañan dos de sus amigos, los que sobrevivieron al episodio anterior (ver Santería): Aguirre, el Emoushon… Y la acompaña el bebé que lleva en su vientre, botín codiciado por su malvadísima rival.

Novela que se lee ágilmente, de diálogos rápidos, aunque no siempre ricos. El personaje de mayor peso es la propia Fátima, quien arrastra la pesada carga de ver su futuro. Sabe su destino, y sabe que tiene que luchar y sufrir para torcerlo. En este trance, Aguirre, el Emoushon y Xica da Silva (prima y rival) la secundan con alguna eficacia.

Lo más interesante vuelve a ser el lenguaje callejero, de submundo cuasi-tumbero, la constante aparición de los mitos populares y las creencias autóctonas de nuestro país, y las referencias a la cultura pop (música y, en este caso, cine). Oyola usa todo esto como herramientas valiosas para la construcción del universo en el que transcurren sus dos novelas. También contribuyen los escenarios, imprecisos pero identificables, de Buenos Aires y en esta ocasión, también del interior del país.

En cuento al estilo, noté problemas en ciertos diálogos. Y se me ocurre que también hay algunas objeciones para hacer en cuanto al punto de vista de la narradora en ciertos tramos… a menos, claro, que asumamos que, al ser vidente, también es omnisciente.

De todas formas, más allá de estos detalles, sigo pensando que Oyola es uno de los narradores más interesantes que aparecieron en nuestra literatura últimamente. Cuando digo “nuestra literatura” me refiero a nuestra por argentina, y nuestra por género.

Esperaré con mucho interés sus próximas novelas.

10/10

sábado, 29 de enero de 2011

Berlín + noir = Bernie

Pálido criminal, Philip Kerr
Mucho tiempo después de la fallida Una investigación filosófica, me acerqué nuevamente a Kerr para leer Violetas de marzo, primer episodio de la serie Berlin Noir. Y se puede decir el oficio que despliega Kerr en aquella primera novela de la serie me fue suficiente para querer encarar las siguientes. Por ejemplo Pálido criminal, la segunda de las cinco publicadas en castellano.
El oficio de Kerr y, desde luego y sobre todo, la aparición del entrañable detective privado Bernie Gunther. Ex soldado de la Primera Guerra, con un paso no del todo feliz en las filas de la policía, Bernie ya ha trabajado para el Hotel Adlon y ahora se las gana la vida buscando gente perdida o reuniendo sórdidas pruebas para casos de divorcio.
En Pálido criminal lo encontramos al bueno de Bernie intentando aclarar un caso de chantaje, pura rutina. Es entonces cuando es “invitado amablemente” por las autoridades de la policía nazi, la Kripo, a reintegrarse al cuerpo para ayudarlos a resolver quién está detrás de una serie de horribles asesinatos de chicas adolescentes.
Protegido por su ácido humor y su inamovible desencanto, Bernie se las arregla para sobrevivir moviéndose a través de la jerarquía del Partido, esa tenebrosa, oscura y maligna máquina criminal. En su camino se cruza con personajes de los más variados: fanáticos y agitadores nazis, un psicoanalista a la vez homosexual y adepto al Partido que los persigue con la nefasta “estrella rosa”, prácticantes de ritos paganos de la antigüedad, y hasta se ve la cara con el mismísimo Himmler.
Algo desplazado de los clásicos móviles que hacen del capitalismo occidental el perfecto caldo de cultivo en el que la novela negra pudo crecer (es decir, dinero + sexo = crimen), Kerr construye un personaje memorable, con todas las cualidades del mejor detective negro, pero que se debe enfrentar a fanáticos criminales cuya motivación es “ideológica”. No sólo eso: encima sitúa la trama en la ciudad capital de un país que está por sumergir a Europa en el horror de la guerra. La mención de lugares reales de Berlín, así como las referencias a las intrincadas estructuras de las organizaciones nazis y sus jerarquías, son un importante aporte a la bien lograda verosimilitud.
Traducción: Isabel Merino
8/10

martes, 19 de octubre de 2010

Magia y violencia en las orillas

Santería , Leonardo Oyola

Santería es la primera novela de la que será una saga de cuatro, a editarse en la interesante colección Negro Absoluto (que incluye, casualmente, la novela del comentario anterior, Lejos en Berlín).

Juan Sasturain, su director, escribe una contratapa por demás vendedora, y que motivó que me comprara esta novela, aún cuando consideré fallida la anterior que había leído del mismo autor, Siete & el Tigre Harapiento.

Y debo admitir que Oyola esta vez respondió a las expectativas creadas en la contratapa.

Santería es una veloz, violenta, entretenida historia que transcurre en los años 90 en algunas villas miseria de Buenos Aires (¿reales o ficticias? ¿importa?): Puerto Apache y el Jabutí. La primera, situada al lado de la Costanera Sur, vive sus últimos días, próxima a ser barrida por la que años después será la huella más visible a nivel urbano del oropel menemista: Puerto Madero. La segunda podría ser uno de los tantos asentamientos de la zona del Bajo Flores, atiborrados de inmigrantes de países limítrofes.

En estos escenarios muy bien recreados se mueve la protagonista y narradora, Fátima Sánchez, conocida como La Víbora Blanca.

Fátima es una joven bruja que lee las cartas, que ha perdido un amor de su vida, el maleante Ray, y que perderá otro amor de su vida, el policía Charly … y que puede ver el futuro en el llanto de las palomas. Un futuro atravesado por la presencia de su enemiga, la Marabunta. Absolutamente malísima, la Marabunta no acepta que Fátima se rebele contra ella, y promete destruirla, herirla en donde más le duele. Pero Fátima no está sola: la acompañan su sobrino Danielín, su amigo el Emoushon y el policía Aguirre, quienes están dispuesto a dejar todo para defenderla de la Marabunta y su ejército de guardaespaldas.

Así las cosas, la historia transcurre oscilando entre la violencia del policial más duro, y las referencias a lo religioso y a lo esotérico, a través de la fuerte presencia de santos e íconos de la fe popular de nuestro país (San Jorge, el Gauchito Gil, San La Muerte). Y todo embebido en un ambiente barriobajero, orillero, con permanentes alusiones a la cultura pop, especialmente en el soundtrack de la novela (desde la cumbia al pop, desde La ventanita del amor a A total eclipse of the heart), en “el llorar de las palomas” que lee Fátima (¿alusión al ochentoso tema de Prince?) y en los modos en que se nombran los personajes entre ellos (el mismo apodo del Emoushon, o los Kevin Costners, que como en la película con Whitney Houston, aquí son los guardaespaldas de la Marabunta).

Buen arranque de Oyola para esta primera parte. ¡Vayamos por más!

5/10