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viernes, 6 de julio de 2012

Momentos duros, decisiones cruciales


La vida es dura, Andreu Martín


Se sabe del interés de la novela negra en funcionar como una especie de termómetro de la época. Hay un afán de retratar el momento, la sociedad, la forma de las relaciones. Pero muchas veces me pregunto si es así, o si en realidad de lo que se habla en el fondo es de los comportamientos de los individuos. En cada época, entorno o comunidad, el material siempre es el hombre: en cuerpo y alma.

En su última novela, La vida es dura, Andreu Martín pone a sus personajes a funcionar en medio de una crisis económica brutal como la que se está viviendo en este momento en España. Que es como la crisis que ayer hemos conocido, y mañana conocerán en cualquier otro lugar del planeta, hay que decirlo. Delante de ese tsunami están sus personajes: urbanos todos, de clase media algunos, otros no tanto, gente habituada a un trabajo estable y con una hipoteca por pagar. Andreu elige a uno de ellos, le planta la cámara encima y nos relata esta historia que transcurre mientras la Gran Ola los está revolcando a todos. Un hombre en una época de una sociedad.

“Si no pagas lo que debes, te quemamos el Mercedes” es la consigna que gritan los trabajadores de Mecatecnicar. Todos están en la puta calle. Entre ellos, el narrador de esta historia. Él es escéptico y descree de esa protesta. No por la protesta en sí, sino por los manifestantes: ellos nunca van a quemar nada. Se acuerda, en cambio, del “Serio”. Imagina cómo hubiera actuado él ante una situación así.

Sin trabajo y con el banco a punto de dejarlo en la calle, la desgracia no ha hecho más que comenzar. Nuestro hombre —alguien “soltando amarras”, “deseando desaparecer”— tiene un hijo adicto a la heroína, y que aparece con unos cuantos huesos rotos en el hospital. El chico va a morir: si no es por las drogas será por los rusos que lo golpearon, y que lo matarán si los delata…

Es entonces cuando “el Serio” vuelve a tomar el control. Porque “el Serio” no es otro que el narrador de esta historia. “El Serio”, “Serrucho”: apodos que supo ganarse en las épocas de instituto de menores y cárcel. Y que cobran sentido nuevamente ahora.

Con la contundencia que lo convierte en el maestro del relato violento, Andreu Martín nos cuenta la espiral que llevará al “Serio” —uno que viene a sumarse a su galería de personajes memorables, junto al Migue de Prótesis y al Huertas de Barcelona Connection— a mezclarse con putas, yonquis y okupas en un barrio de las afueras, planeando su venganza en la persona del ruso Rostov.

La vida es dura es una novela que me enganchó por los argumentos que siempre despliega la escritura de Andreu Martín. En lo personal, hay algo en los diálogos que construye este autor que a mí me llega de manera especial. Cuando uno de sus personajes está enojado, cabreado, nervioso, no hace falta que me lo explique: basta con leer sus parlamentos para escuchar el volumen exacto de las palabras, ver los ceños fruncidos y los dientes apretados. No sabría explicar cómo lo hace, debería estudiarlo, pero a menudo me hace temblar.

La vida es dura es todo un hito en la carrera de Andreu Martin. Es una historia sobre los efectos de la crisis, pero ¿es a la vez es una respuesta a la crisis? Esta es la primera novela que el autor publica exclusivamente en formato digital. En una decisión plena de significado en este momento, Andreu está reeditando toda su obra descatalogada y publicando material inédito en este nuevo formato.
A precios más accesibles, con llegada a más lectores y, tal vez, ganando un poco más. ¿Qué hay riesgos de pirateo? Tal vez, quién puede saberlo.

“Yo lo que quiero es que mis obras perduren”, dice Andreu. Con claridad meridiana, y con la valentía necesaria en los tiempos que corren. ¿Cómo no acompañarlo, si encima lo hace  sacando esta novela, dura como la vida?

5/12

lunes, 26 de diciembre de 2011

Había una vez un euro

Bichos, Autores varios



Luego de más de un año de publicar en este bendito blog voy a transgredir una de las pocas normas que me autoimpuse: comentaré algo que no he leído completamente. Pero ojo que hay atenuantes. Uno: no se trata de “una” obra, sino de un ¿proyecto? Dos: ni siquiera está terminada. Sigue creciendo.

Había una vez en que las historias comenzaban con “había una vez…”. Hadas y príncipes, brujas y animalitos parlantes que a veces eran sabios y otras malvados: todos ellos habitaban esas historias, vehículos de profundas enseñanzas y moralejas. Andersen, Perrault, Collodi y sus secuaces pusieron en palabras a Caperucita, Blancanieves, Pinocho y Barba Azul, todos esos clásicos. Infantiles, sí, pero de una crueldad apenas disimulada. Me pregunto cuántas generaciones, a lo largo de un largo par de siglos, alojamos pasivamente en el chip —que los filósofos, críticos y educadores discutan si salimos ganando o no— estos relatos.

Pero sucede que en el siglo XXI el mundo es un poco distinto al de aquellos tiempos de castillos y nobles. Hoy por hoy, si Caperucita se manda a cruzar el bosque con una canasta y sólo se encuentra un lobo, puede decir que la sacó barata.

Parece entonces que la gente del sitio sigueleyendo.es, con la escritora Cristina Fallarás a la cabeza, pensaron que un mundo hostil, hambreado, embrutecido y rabioso merece historias más oscuras, más violentas, en las que los finales sean menos felices y más finales. ¿Por qué no “ennegrecer” la carga de violencia que ya traen estos relatos, y re-versionarlos a través de la pluma de un seleccionado de autores españoles e hispanoamericanos del género negro? Interesante idea, ¿verdad? Bueno, pero eso no es todo. Para patear el tablero completamente se han decidido por la edición en formato electrónico (.epub y .pdf), a sólo un euro por cuento. Exacto: un euro, menos de dos dólares, cerca de seis pesos. Mitad para el autor, mitad para los editores. Sin protecciones extrañas. Todo simple.

Allí fui, para encontrar al flautista de Hamelin en la pesadilla urbana ideada por Kike Ferrari, con ratas, asentamientos y niños vejados que buscan venganza. Me maravillé con la desgarradora, sucia y luminosa poesía que pela Gabriela Cabezón Cámara en su Beya Durmiente, hundida en un prostíbulo del conurbano. Presencié una historia de rencores, traiciones y venganzas entre los cuatro cerditos Cerdán de Diego Ameixeiras. Me divertí como loco con el rockero gato con botas de gamuza azul del catalán Carlos Zanón. Y fui testigo de la suerte de la Caperucita creada por Juan Abreu, balsera ella entre los cubanos de Miami.

Y lo mejor de todo es que esto recién comienza: hay más Bichos concebidos por Guillermo Orsi, Raúl Argemí, Rolo Diez, Javier Sinay, Lázaro Covadlo, Miguel Molfino, Juan Ramón Biedma, Juan Mattio…

Hacete un favor y date una vuelta.

Yo, mientras, sigoleyendo.