Yibuti, Elmore Leonard
A esta altura del partido, cuando cuento en mi biblioteca
con veinte novelas de Leonard, ya no sé si lo mío es fanatismo, coleccionismo o
qué, pero sigo en la misma: voy a leer todas y cada una de las novelas del
Dutch que pueda manotear. Así que hoy llega el turno de Yibuti, la última traducida al castellano.
Raro en una historia de Leonard, esta vez el escenario
elegido no es Miami, ni Los Ángeles no Detroit. Yibuti se sitúa en el cuerno de África, justo en la salida del Mar
Rojo. Una zona en la que los piratas somalíes hacían de las suyas hace unos
años. Hasta allí llega Dara Barr, una joven y galardonada cineasta, con el plan
de filmar un documental acerca de esta actividad. La acompaña su asistente, el
viejo lobo de mar Xavier LeBo. Durante su trabajo encontrarán a excéntricos
piratas representados por caros abogados londinenses; al millonario texano
Billy Wynn, especie de paranoico espía freelance,
quien con su novia Helene recorre el mundo en velero; y a Jama Raisuli, un loco
que dice haberse convertido al Islam, y trabajar ahora para Al Qaeda... ¿Qué
plan tendrán para ese carguero secuestrado, con sus tanques llenos de gas
licuado? ¿No es una perfecta bomba flotante de camino a New Orleans? En fin, un
cóctel de personajes e intenciones que vuelve bastante peligroso aquel plan inicial
de documentar operaciones piratas.
Yibuti contiene
todos los “elementos Leonard” que conocemos. Apoyado en su formidable manejo de
los diálogos, nos presenta personajes ambiguos —esos criminales que nos caen
simpáticos hasta que se despachan con actos de violencia escalofriante—, sus
protagonistas siempre cancheros, ingeniosos, seductores, en suma, gente cool —como Dara y Xavier, que se mueven
con la misma soltura entre millonarios y asesinos, a quienes son capaces de
desarmar solo usando palabras—, la tensión sexual siempre presente, las
referencias cinéfilas en las que se filtra el oficio de guionista del autor. En
ese sentido, Yibuti no va a defraudar
a los seguidores del maestro Elmore.
Sin embargo, puede no ser la mejor novela de Leonard para
entrar en su obra. Lo digo por dos motivos. El primero es que hay que “bancar”
a Leonard, algunos de cuyos personajes a veces se pasan de extravagantes o,
como se dijo arriba, cool. Como
ejemplos, aquí tenemos al par Dara-Xavier —cineasta joven, bella y exitosa y
septuagenario curtido, negro y muy vivaz—, cuya atracción mutua es evidente. O
al mismo Jama, un exconvicto que abrazó el Islam y anhela participar en un
golpe terrorista, pero que, cuando Mahoma no mira, es un bebedor, mujeriego y bisexual que no duda en
volarle la cabeza a cualquiera que se le ponga en el medio, independientemente
de lo infiel que sea. Para el lector no lenoardiano este tipo de personajes
pueden resultar algo chocantes, e incluso inverosímiles.
El segundo motivo es que Leonard se arriesga un poco de
más —algo que, a esa altura de su carrera solo pudo ser meritorio— en cuanto a
algunas estructuras temporales, por ponerle un nombre, que sigue la narración. Motorizando
como siempre la trama a través de las conversaciones entre sus personajes,
Leonard va un poco más allá en esta ocasión, en una especie de “rulo” que no
estoy seguro de que termine siendo favorable. Sucede cuando Dara y Xavier repasan
el material filmado que tienen y comentan sobre él para que el lector sepa qué
fue lo que se dijo o qué pasaba durante la filmación. Aunque la conversación
siempre es ágil y bien lograda —es Leonard, no olvidemos—, puede resultar extraño
que dos personajes que estuvieron presentes vuelvan a relatarse entre sí algo
que ya vivieron: se hace demasiado evidente que es necesario para que el lector
“escuche”. No obstante, es un recurso al que conviene pegarle un vistazo, tratar
de ver cómo lo arma Leonard, que de diálogos y puntos de vista sabe un rato
largo. Por otra parte, y como contrapartida, algunos de estos pasajes resultan discusiones
interesantes en términos de cine: qué dejar, qué editar, voces en off, montaje.
No creo que el viejo Elmore haya tenido un objetivo de
ahondar en la realidad de esa zona del planeta, de la relación de la piratería
con la miseria y la situación política inestable en esos países, ni la postura
de la comunidad internacional ni de los EEUU ni el terrorismo ni nada, nada de
eso. Nada de testimoniar. Simplemente, creo que eligió un escenario distinto para
entregarnos lo de siempre: otra novela que es entretenimiento puro.
Una de esas que te hacen sonreír y que no podés dejar de
leer.
Una de esas “marca Leonard”, ya sabés.
4/14
Traducción: Catalina
Martínez Muñoz
Seguí
pinchando: ojalá en este momento estés interesándote en saber más de Elmore
Leonard. Ojalá. Y ojalá que este blog avive esa llama con todo el material que
podés encontrar
acá: si le ganamos un solo lector a Leonard, el mundo será un
lugar mejor. Te lo dije.