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jueves, 2 de enero de 2014

Dave Robicheaux: episodio piloto

La lluvia de neón, James Lee Burke

El día en que se va a sentar en la silla eléctrica, un tipo quiere pagarle un favor al policía Dave Robicheaux. Lo llama para contarle que hay gente interesada en liquidarlo. Unos narcos colombianos. Robicheaux y su compañero Clete Purcel no tardan en entender que el asunto tiene relación con un caso que estuvieron investigando, el de una prostituta negra que apareció flotando en el río. La policía del condado quiere cerrar el asunto diciendo que se ahogó por accidente. Pero Dave no está convencido: los pinchazos en el brazo de la chica le hablan más bien de una sobredosis homicida.

Robicheaux insiste en meter la nariz, y empieza a ponerse en contra a la policía local, a cargo del caso. También a aquel jefe narco, el que se la tiene jurada, que resulta no ser colombiano, sino nicaragüense. Encima, la aparición de un agente federal le revela que, detrás de ese narco, criado en la dictadura de Somoza, hay mucho más. Y muy turbio: mafiosos locales, agentes de inteligencia —de esos que pisan con un pie de cada lado de la línea de la ley—, tráfico de armas, apoyo a la contrainsurgencia en Centroamérica. ¿Les suena el tema Contras, allá en los 80?

En su investigación el terco de Robicheaux se va a meter en problemas con medio mundo. Lo echarán de la policía, recibirá golpes por todos lados, pero el que más duro le pega es su viejo demonio interno: el alcoholismo que arrastra desde que volvió de Vietnam.

Primera entrega de la serie de Robicheaux, que al día de hoy lleva veinte libros, La lluvia de neón es una novela muy entretenida. En ella ya se percibe el gran potencial y la calidad poco frecuente de la prosa de Burke, aunque la noté algo más floja estructuralmente que las novelas posteriores que leí del autor, en especial la extraordinaria El huracán. A juzgar por estas dos “puntas” —La lluvia de neón, de 1987, y El huracán, de 2007—, se nota que Burke no ha hecho otra cosa que capitalizar en oficio todos los años transcurridos. Desde luego, aún con las debilidades propias del episodio piloto de cualquier serie, esta es una novela que merece ser leída. Por la prosa y los diálogos de Burke, por la descripción de los escenarios de una Lousiana natural, violenta, blusera. Pero interesa aún más por ser una eficaz presentación del personaje de Dave Robicheaux. Acá hay mucha información de su pasado: su experiencia en Vietnam, su madre que lo abandonó, su padre y su hermano, el alcoholismo. Y de su presente: sus relaciones en la policía, su encuentro con Annie, con quien inicia relación, y en especial su vínculo con Clete Purcel. Purcel es un violento y borracho policía con el que trabaja Dave. Inician la novela con algo parecido a la amistad, y terminan de la peor forma. No obstante, sabemos por historias futuras, que volverán a formar un buen equipo.

Un interesante comienzo de serie para el gran personaje que es Robicheaux. Y un interesante ejercicio para apreciar la evolución de un autor de una elegancia inusual en el género.

Traducción: Claudia Martínez


12/13

martes, 22 de noviembre de 2011

Lo que dejó la tormenta

El huracán, James Lee Burke

Como me prometí luego de terminar la excelente Cielo rojo sobre Montana, comentada en este blog, busqué más novelas de Burke que se hubieran publicado en español. No tuve éxito hasta que RBA vino en mi ayuda y publicó (o mejor dicho, al fin mandó a Buenos Aires) El huracán, novela sobre la que había oído sólo elogios.

Todas las expectativas, tanto las creadas por mi propia lectura previa como por los comentarios leídos, fueron superadas. El huracán es una novela enorme, de esas que uno le marca mil pasajes, y ya la guarda en el estante de las “relecturas futuras”.

El narrador es el detective Dave Robicheaux, que trabaja en la policía del condado de Nueva Iberia. Es un ex alcohólico, un hombre de fe que está casado con Molly, ex monja. Ambos tienen una hija adoptiva, Alafair.

En medio de un panorama estremecedor, en el que quienes no pudieron abandonar sus casas viven ahora en los techos, o son cadáveres flotando aguas abajo, Dave debe encontrar al sacerdote Jude LeBlanc. Enseguida, y al igual que toda la fuerza policial, se ve arrasado por el caos: los saqueadores viajan en bote, los vecinos armados defienden sus propiedades a los tiros, los centros de refugiados están que explotan.

La novela recorre varias tramas que van envolviendo a Robicheaux. Por un lado, Dave quiere encontrar al padre Jude LeBlanc, desaparecido durante la inundación de su iglesia, junto a varios fieles. Paralelamente, una pandilla de ladrones asalta una mansión de las afueras. Son baleados desde una casa vecina: uno muere, otro va al hospital. Por cierto, se llevan un botín extraordinario. Demasiado grande como para ser los ahorros de un honesto ciudadano. Conclusión: son perseguidos por la policía —Robicheaux—, por el agente de la condicional que los buscaba desde antes —Clete Purcel, amigo íntimo de Dave—, por los sicarios del dueño de casa —el hampón Sidney Kovick—, y por el enigmático psycho de Ronald Bledsoe, el malísimo villano que es casi una perfecta encarnación demoníaca, según la visión de Robicheaux, quien debe enfrentarlo también.

El autor elige el escenario dominado por la furia del Katrina para poner a sus personajes a funcionar en varias tramas policíacas, pero para contarnos, en el fondo, un verdadero drama, profundamente conmovedor. Sin ser una narración de tipo “cine catástrofe”, ni un panfleto en contra de la inacción y la desidia de los gobernantes —si bien Robicheaux se explaya a veces con sus reflexiones acerca de la sociedad norteamericana—, el autor se vale de la catástrofe natural que fue Katrina (y el posterior Rita) para pintarnos a una sociedad entera mostrando sus miserias y virtudes.

Me permito señalar varias coincidencias con la otra obra que leí del autor. Acá también los protagonistas son un narrador y su amigo. En ambas hay un villano ultra jodido y muy bien logrado. Hay interés en tópicos relacionados con el medio ambiente. Y hay profundas reflexiones sobre las relaciones personales, la amistad y la familia, el insondable misterio que en el alma humana trastoca el barro en oro. El dolor, al amor, la pobreza material y de espíritu, la violencia y la búsqueda de redención. La fe.

La exquisita manera que tiene Burke de describir los paisajes y los hombres, esa forma no tan velada de poesía que tiene su escritura, más su tremenda eficacia en la construcción de diálogos hacen que las más de 400 páginas que tiene El huracán se transiten con absoluto disfrute. Otra novela excelente de un autor que cada vez me gusta más. A ver si traducen otras obras suyas (sólo la serie de Robicheaux lleva ya alrededor de 20 novelas).

Traducción: Claudio Molinari

11/11