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lunes, 30 de noviembre de 2015

Pero que las hay, las hay

Sociedad negra, Andreu Martín

Aun cuando nos encontremos, supuestamente, surfeando la poderosa ola de popularidad que algunos ven en la actualidad del género negro, se sabe que, traspasado cierto umbral como lector, las rebosantes mesas de novedades de Buenos Aires rara vez presentan material interesante. Por eso me llevé una agradable sorpresa en la última edición del BAN!: allí estaban, al alcance quien los supiera apreciar, los libros de algunos de los autores más importantes de la Serie Negra de RBA (*). Uno de ellos, el maestro Andreu Martín, que publicó en dicha colección su Sociedad Negra. La novela, una de las más recientes de su extensa carrera, es un retorno a lo más duro de la literatura de uno de los más duros autores que ha dado la novela negra española. Así que ya se imaginan lo que sigue: este blog está de fiesta.

Como casi todas las historias de Andreu Martín, Sociedad negra también transcurre en Barcelona. Una Barcelona que va en camino de consolidarse como el puerto más importante del Mediterráneo para el ingreso de mercaderías de China. De la mano crece (¿o habría que decir que se hace más visible?), una comunidad oriental cada vez más numerosa, con sus propias reglas, con su dinámica social y económica paralela e inaccesible. Inmigración ilegal, empleo informal, barrera idiomática: los perfectos ingredientes para el florecimiento de una mafia china. ¿Cuánto hay de realidad y cuánto de leyenda urbana en la existencia de estas tríadas? En todo caso, lo que sí hay es verosimilitud suficiente para una buena historia: según parece, nadie cree en las tríadas, pero que las hay, las hay.
Sociedad negra comienza con un espeluznante hallazgo en una calle tranquila de Barcelona: sobre el techo de un auto aparece la cabeza de una mujer. A pocos metros de lugar, otro coche arranca y al moverse arrastra el resto del cuerpo de esa misma mujer.  El inspector Diego Cañas se involucra en la investigación. No le será fácil, claro, contra la burocracia política y policial, y un frente de lo más complicado puertas adentro de su casa, con una esposa hostil y una hija adolescente que desaparece durante días.

Desde el principio, Cañas está convencido de que el terrible crimen es obra de las tríadas chinas que operan en la ciudad. ¿Por qué lo sabe? Por dos motivos. Primero, porque es experto en el tema. Tanto que, un mes atrás del hallazgo, le fue encargado liderar la “Operación Jackie Chan”: rastrear la llegada a Barcelona de dos jefes pesados de la mafia china. Y segundo porque ese mismo día contactó a su confidente, el hispano chino Liang Huan, para pedirle que “sacuda el avispero”, para que los chinos se vean obligados a revelar la llegada de los jefes y su cargamento de heroína.

Liang Huan, que se mueve entre ladrones menores y reducidores, hace una interpretación libre de “sacudir el avispero”: termina involucrándose con Pei Lan, la bella hija del señor Soong, jefe supremo local que, entre otros negocios, regentea un casino clandestino. Casino que, oh casualidad, dos días antes del macabro hallazgo de la cabeza ha sido asaltado por encapuchados… Cañas suma dos más dos y empieza a correr, sobre todo para intentar frenar la masacre que se viene.

Sociedad negra trae al mejor Andreu Martín, aquel de Prótesis, de Barcelona Connection. Con pasajes de una violencia desbocada, personajes a quienes la presión hace actuar de manera deseperada y siempre para peor, con diálogos perfectos y un atento retrato de una sociedad en un momento histórico determinado. Además, como todos los que sobresalen en su arte, Andreu hace que parezca sencillo y fácil lo que es el destilado de un oficio que lleva décadas puliendo. Un ejemplo: el acierto en la forma elegida para organizar la narración. Estructurada en tres partes, los capítulos de Sociedad Negra son breves, cada uno con un título, y siguen las voces de tres narradores: uno omnisciente en tercera persona, otro también en tercera persona, en la mirada de Cañas, y por último, uno en primera persona, con la voz de Liang Huan. A la manera del primer Tarantino, con cada capítulo con una referencia temporal respecto de la noche del robo a Soong, Andreu arrastra al lector por un espiral concéntrico que se va acercando a la noche del golpe, para maximizar la tensión y volver a salir impulsado hacia adelante, hacia la resolución final.

La aparición de Sociedad negra en las librerías porteñas no debería pasar inadvertida para los amantes locales del género. Desde los noventa para acá, quien quería leer a Andreu Martín tenía que revolver pilas de usados, patear el Parque Rivadavia, el Centenario, Plaza Italia, buscar sus novelas por Internet. Teniendo en cuenta que es uno de los tres autores más importantes de la novela negra española, tener disponible una de sus novelas más recientes en las librerías es motivo de celebración.

08/15

Bonus track: pinchando aquí, la entrevista que, junto con Damián Blas Vives, le hemos hecho al maestro para Evaristo Cultural. Fue durante su visita al BAN!

(*): Saben los seguidores de este blog de la cantidad de veces que hemos reclamado a los amigos españoles de RBA una distribución de sus libros de este lado del charco. Que ahora aparezcan algunos es para celebrar: es bueno y necesario (Martín, Zanón, los clásicos de Thompson, de MacDonald), pero sigue siendo poco, teniendo en cuenta que la Serie Negra es la más completa colección que se está editando hoy en castellano.


Seguí pinchando: la inoxidable Prótesis, para algunos la mejor novela negra que se ha escrito en español, es lectura obligada para entrar en la extensa obra de este catalán. Podés encontrar más reseñas de Andreu aquí y aquí. Date una vuelta.

lunes, 11 de febrero de 2013

La Gran Bestia Negra


El asesino de las vírgenes negras, Andreu Martín

Cuando un músico o una banda saca un nuevo álbum que evoluciona respecto de su producción anterior uno lee en las críticas esa especie de lugar común que celebra la “capacidad de reinventarse a sí mismo, una y otra vez a lo largo de su carrera”. Siempre me llamó la atención que esta capacidad no se celebre de igual manera en otras formas del arte. Muy rara vez en la literatura. Menos aún en la literatura de género: el panorama está plagado de autores que se repiten hasta el cansancio, poco más que limitándose a cobrar los beneficios del trabajo esclavo de sus extenuados detectives (tal vez se trate de una característica de este querido género negro: los lectores pedimos más de lo mismo, nos encariñamos con los personajes… en todo caso, es un tema para otra nota, no esta). Como sea, decía, no es habitual ponderar esta capacidad de reinvención en los autores del género. Y yo creo que no es justo pasarlo por alto. La clave de todo está en la palabra “riesgo”: hay autores (artistas) que se arriesgan a salirse de un molde de éxito seguro. Van más allá de la frontera, a probarse en nuevos terrenos.

Es fácil afirmar que Andreu Martín es uno de esos artistas. Además de su monumental aporte al género negro —a esta altura fuera de cualquier discusión— su obra incluye guiones de cómics, cine y TV, literatura erótica, novela histórica, teatro, y hasta un libro de ayuda para escritores en formación. No obstante, a quien aún le queden dudas, podrá convencerse cuando lea El asesino de las vírgenes negras.

Aun cuando se la inscribe dentro de su producción de género negro, en El asesino de las vírgenes negras Andreu Martín explora tópicos que están en las afueras del núcleo temático del género. Por ejemplo, se mete con la habitual materia prima de la fábrica de best sellers montada alrededor del filón “Código Da Vinci”. Sectas, iluminados, documentos secretos y comprometedores, ¡oh, el hundimiento de la Iglesia Católica! Pero, claro, portador del gen negro en su ADN, lo mezcla con un asesino serial y con una galería de policías, prostitutas, mafiosos y locos que pueblan una Barcelona enloquecida, lista para recibir el Fin del Mundo. Hay que decirlo: en cierta forma, EAVN no es la novela típica de Andreu Martín. Lo que no es una mala noticia en absoluto: sigue siendo una gran novela de Andreu Martín.

En el lluvioso invierno barcelonés, un grupo de masones está siendo diezmado por un asesino en serie. Los cuerpos son encontrados formando parte siempre de una puesta en escena cuidadosamente macabra: un masón junto con una prostituta —cadáveres con diferente fecha de defunción—, en poses sexuales. Y dentro de los cuerpos de las chicas, una imagen de la Virgen Negra, Nuestra Señora de Montserrat.

El inspector Torrero —crisis matrimonial en curso, enganchado con una prostituta de la Rambla del Carbón— es el encargado de investigar los crímenes. Lo ayuda la eficiente Martina Sanz, especialista en sectas. No tardarán en enredarse en una trama alucinada en la que aparecerán los masones de la logia en peligro, un decadente periodista pulp cuyo sueño es entrevistar a un asesino serial, un policía infiltrado y sospechoso de corrupción, otro que está dispuesto a vender su alma al Demonio, un sacerdote satánico, representante del mismo Demonio, un loco moribundo, matones turcos, mafiosos de Europa del Este.

Es una pequeña multitud de personajes, está claro. Andreu Martín es un inventor de personajes memorables, y aquí no se queda atrás. Los dota de una humanidad que, en esta novela, se hace patente en un aspecto común a todos ellos (¿tal vez común a los tiempos que corren, a la ciudad en la que viven?): todos tienen un grado de locura.

Y ese grado de locura —la del propio asesino, la de los policías Torrero y Paco Rincón (platónicamente enamorado de una escultural porno star), la de los masones y la del comisario Mombuey, ávido por transar con Lucifer— es el que infecta la trama y las subtramas, al punto que las vuelve arduas y confusas por momentos. Es la demencia que sobrevuela esta Barcelona afiebrada y apocalíptica, que parece a punto de volar por los aires. No lo olvidemos: estamos en los días del Fin del Mundo.

Y hablando de días, sospecho que no es casual que Andreu Martín nos entregue esta novela absolutamente desmesurada y ambiciosa justo en tiempos de crisis feroz, de verdadera enajenación colectiva. Tampoco que lo haga en la forma en que lo hace: editándola a un precio accesible en formato digital (*) sin protección, a través de la interesante editorial sigueleyendo.es. Con un click acá, y por lo que cuestan un par de cañas/birras, te la podés descargar a tu ordenador/compu.

Y a leerla ya, que se acaba el mundo.
2/13

(*): se ha dicho que El asesino de las vírgenes negras es la primera novela que Andreu Martín edita sólo en digital. Según entiendo esta afirmación es inexacta, pues en 2012 apareció La vida es dura, publicada exclusivamente en ese formato. Está disponible en la web del autor, pinchando aquí.

viernes, 6 de julio de 2012

Momentos duros, decisiones cruciales


La vida es dura, Andreu Martín


Se sabe del interés de la novela negra en funcionar como una especie de termómetro de la época. Hay un afán de retratar el momento, la sociedad, la forma de las relaciones. Pero muchas veces me pregunto si es así, o si en realidad de lo que se habla en el fondo es de los comportamientos de los individuos. En cada época, entorno o comunidad, el material siempre es el hombre: en cuerpo y alma.

En su última novela, La vida es dura, Andreu Martín pone a sus personajes a funcionar en medio de una crisis económica brutal como la que se está viviendo en este momento en España. Que es como la crisis que ayer hemos conocido, y mañana conocerán en cualquier otro lugar del planeta, hay que decirlo. Delante de ese tsunami están sus personajes: urbanos todos, de clase media algunos, otros no tanto, gente habituada a un trabajo estable y con una hipoteca por pagar. Andreu elige a uno de ellos, le planta la cámara encima y nos relata esta historia que transcurre mientras la Gran Ola los está revolcando a todos. Un hombre en una época de una sociedad.

“Si no pagas lo que debes, te quemamos el Mercedes” es la consigna que gritan los trabajadores de Mecatecnicar. Todos están en la puta calle. Entre ellos, el narrador de esta historia. Él es escéptico y descree de esa protesta. No por la protesta en sí, sino por los manifestantes: ellos nunca van a quemar nada. Se acuerda, en cambio, del “Serio”. Imagina cómo hubiera actuado él ante una situación así.

Sin trabajo y con el banco a punto de dejarlo en la calle, la desgracia no ha hecho más que comenzar. Nuestro hombre —alguien “soltando amarras”, “deseando desaparecer”— tiene un hijo adicto a la heroína, y que aparece con unos cuantos huesos rotos en el hospital. El chico va a morir: si no es por las drogas será por los rusos que lo golpearon, y que lo matarán si los delata…

Es entonces cuando “el Serio” vuelve a tomar el control. Porque “el Serio” no es otro que el narrador de esta historia. “El Serio”, “Serrucho”: apodos que supo ganarse en las épocas de instituto de menores y cárcel. Y que cobran sentido nuevamente ahora.

Con la contundencia que lo convierte en el maestro del relato violento, Andreu Martín nos cuenta la espiral que llevará al “Serio” —uno que viene a sumarse a su galería de personajes memorables, junto al Migue de Prótesis y al Huertas de Barcelona Connection— a mezclarse con putas, yonquis y okupas en un barrio de las afueras, planeando su venganza en la persona del ruso Rostov.

La vida es dura es una novela que me enganchó por los argumentos que siempre despliega la escritura de Andreu Martín. En lo personal, hay algo en los diálogos que construye este autor que a mí me llega de manera especial. Cuando uno de sus personajes está enojado, cabreado, nervioso, no hace falta que me lo explique: basta con leer sus parlamentos para escuchar el volumen exacto de las palabras, ver los ceños fruncidos y los dientes apretados. No sabría explicar cómo lo hace, debería estudiarlo, pero a menudo me hace temblar.

La vida es dura es todo un hito en la carrera de Andreu Martin. Es una historia sobre los efectos de la crisis, pero ¿es a la vez es una respuesta a la crisis? Esta es la primera novela que el autor publica exclusivamente en formato digital. En una decisión plena de significado en este momento, Andreu está reeditando toda su obra descatalogada y publicando material inédito en este nuevo formato.
A precios más accesibles, con llegada a más lectores y, tal vez, ganando un poco más. ¿Qué hay riesgos de pirateo? Tal vez, quién puede saberlo.

“Yo lo que quiero es que mis obras perduren”, dice Andreu. Con claridad meridiana, y con la valentía necesaria en los tiempos que corren. ¿Cómo no acompañarlo, si encima lo hace  sacando esta novela, dura como la vida?

5/12

sábado, 10 de marzo de 2012

Letanías


Sin esperanzas, no habría podido soportar el estricto horario de la cárcel, las broncas de los guardianes, la celda de castigo, la monotonía de la mili y los tres años de trabajo legal en Zaragoza, de la empresa a casa, de casa a la empresa, ni un vino, ni una puta, ni un amigo, ni una curda. Salía de las mudanzas, se metía en la pensión y se tumbaba a esperar, hasta la hora de la cena. Sin esperanzas, no habría podido soportar la soledad de cada comida, la obsesión de limpiarse para siempre, de no conocer a nadie, de no meterse en nada, ni legal ni sucio, en nada. Ni las largas noches que pasaba con los ojos abiertos (“¿Cuánto hace que no duermes?”), fumando, mirando la sonrisa de calavera encerrada en el vaso de agua y murmurando entre dientes, la mala leche vibrando en cada célula de su piel. “Te voy a joder, hijoputa, te voy a arrancar los dientes uno a uno, te ataré a la cama y te daré patadas en los huevos y te pasarás el resto de tu vida en una silla de ruedas y meando sangre, cabrón…” Horas y horas y horas tratando de decidir qué sería mejor, si dejar a su enemigo con vida o si tenía que matarlo después de ensañarse con él. En ocho años, sus letanías nunca se habían repetido. Miguel las iba enriqueciendo con su imaginación y con ideas sacadas de su libro predilecto (Suplicios orientales del siglo XIX). Y, al final de las largas letanías de insultos, amenazas y promesas, como si fuera un religioso “amén”, añadía:
—Y si no, me mato.

(Andreu Martín, Prótesis, Barcelona, La orilla negra, Norma, 2007, pg 11)

jueves, 8 de marzo de 2012

Enamorados de película


Martes, 15 de agosto, 12 del mediodía.
A primera hora, Sevilla ha salido para localizar a la testigo que llamó a la Policía Municipal y luego no se presentó. No hay muchas esperanzas de encontrarla. Aprovechando que hoy es fiesta, su marido se la habrá llevado al campo huyendo precisamente de una visita oficial. Si pincha por ese lado, Sevilla irá a buscar confidentes. Después de un robo de ocho millones, los chivatos y los policías corren unos al encuentro de los otros como enamorados de película.

(Andreu Martín, Prótesis, Barcelona, La orilla negra, Norma, 2007, pg 131)

lunes, 5 de marzo de 2012

En la ciudad de la rabia

Prótesis, Andreu Martín


Miguel despierta en una sórdida pensión zaragozana. Como todas las mañanas, mira su sonrisa de calavera. La mira, la limpia, la cuida. Sumergida en un vaso de cristal con agua, recuerda que le costó una pequeña fortuna. Después se mira en el espejo —los labios hundidos, deformes sobre el vacío— mientras se instala ese artefacto en la cara. Muerde varias veces y, ahora sí, casi sonríe. Es el día en el que comenzará a cambiar su vida. El Marujo ha llamado para decirle lo que viene esperando oir hace rato: que el Gallego está en Barcelona.

De esta forma comienza la terrible historia de venganza que es Prótesis. Miguel, el Migue, lleva años viviendo con un solo propósito: volver a encontrar al Gallego, aquel policía asesino que le destrozó la boca a culatazos. Fue la misma noche en que murió el Cachas, y en la que todos terminaron presos. Miguel aún recuerda cómo los gritos del policía —“¡Cállate, cállate!”— retumbaban por los pasillos de Vía Layetana. Los gritos y los golpes que le volaban los dientes para evitar que el Migue hable. Para que no diga que al Gallego, a ese policía violento y temido, el Migue ya lo conocía de antes. De otra parte, de otras noches…

Llega entonces el Migue a Barcelona. Han pasado los años, y se reencuentra con sus viejos compañeros de banda (el Marujo, el Chava). Y también con la Nena. Ella ahora baila en el Palmer, y sigue siendo tan hermosa como cuando era de verdad una nena, y entre todos la iniciaban en aquellas calles sucias. El Migue quisiera volver a amarla, pero ya no puede. Ya no le da: el único deseo que no le es ajeno es el deseo de venganza.

La historia se complica con la posibilidad de un golpe millonario, que se superpone al plan original de Miguel, que ahora se hace llamar “el Dientes”. Aparecen otros personajes, y también aparece la policía. Pero todo el devenir de esta banda, y todo el interés del lector, está centrado en el encuentro de Miguel y el Gallego. Los dos se buscan, mordidos por este deseo de muerte que parece haber venido a ultimar sus vidas tristes. Y se van a encontrar en una escena ultra violenta y que roza lo gore, antológica, que cierra la historia y que quedará en la memoria del lector por un tiempo largo.

A esta altura decir que Andreu Martín es un autor clásico de la novela negra en español es una obviedad. Todas las novelas suyas que yo he leído son puntos altos de la narrativa negrocriminal en español. Y Prótesis viene a situarse entre las mejores (en mis preferencias, junto con la enorme Barcelona connection).

La literatura negra de Martín parece inseparable de la ciudad que lo vio nacer. Me cuesta imaginarlo narrando historias que transcurran en otro lugar. Tal vez las haya, no lo sé. Lo que sé es que todas las grandes ciudades tienen mil caras. Suelo pensar que según a quién lea, es la cara por la que me acerco a ellas. Y Barcelona no es la excepción: son las mismas pero distintas las Barcelonas de Vázquez Montalbán, la de González Ledesma, la de Giménez Bartlett. Y todas muy diferentes de la que pinta Andreu Martín: él es el guardián que cuida y abre la Puerta de la Rabia, franqueando el paso a la zona más sucia, violenta y afiebrada de una Ciudad Condal enloquecida y doliente. Una puerta que, hoy por hoy, treinta y tantos años más tarde, sigo atravesando con cada uno de sus libros (o los de Zanón, o de la Fallarás, dos de sus dignos herederos…)

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