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lunes, 16 de mayo de 2011

Rompiendo narices a cabezazos

El beso de Glasgow, Craig Russell

Luego de la muy buena impresión que me dejó su debut (comentado aquí), me lancé de lleno a leer esta segunda aventura de Lennox, el detective escocés-canadiense que trabaja en la Glasgow de los 50.

En esta ocasión, Lennox también se ve involucrado en varios casos al mismo tiempo. Desde luego, y a la manera clásica, todos ellos terminarán relacionados.

Tenemos por un lado el asesinato de Calderilla MacFarlane, un corredor de apuestas con cuya hija Lennox venía teniendo unos “acercamientos” (magistralmente pintados en los primeros párrafos de la novela, que se pueden leer en la contratapa también). Por otra parte, Willie Sneddon, uno de los Tres Reyes que manejan el hampa de la ciudad –habituales clientes de Lennox– le encarga un trabajo: debe vigilar a un boxeador en el que ha invertido mucho dinero, y que está próximo a una pelea importante. Como si todo esto fuera poco una bella actriz lo contrata para que encuentre a su hermano desaparecido.

Lennox empieza a trabajar, moviéndose por el mugriento y alcoholizado Glasgow, segunda ciudad de un Imperio en decadencia, y se cruza con todo tipo de asuntos, uno más turbio que otro: peleas ilegales a mano limpia, drogas, venganzas gitanas.

Como con Lennox, en El beso de Glasgow –que, dicho sea de paso, es el nombre que le dan allí al recurso de cabecear al oponente con la fuerza necesaria para destrozarle la nariz– también la cosa funciona de maravillas. La trama da vueltas, pero lo lleva a uno de la nariz en el relato. Es un libro imposible de abandonar.

Las razones son muchas, pero rescato dos. La primera, la recreación del ambiente opresivo de la ciudad. Todo en Glasgow parece ser gris o, peor, negro. El carbón y la actividad de los astilleros parecen llenar de hollín el cielo, los edificios y las almas de los hombres, que encuentran refugio en el alcohol y en el crimen.

La segunda es el fascinante personaje que es Lennox. Como ya mencioné en la reseña de Lennox, el protagonista tiene todo lo que debe traer un súper clásico detective hard boiled. Incluso más que lo que solían tener tipos como Spade, Marlowe y Archer. Lennox es violento. La guerra lo transformó en alguien distinto al que era, alguien a quien él mismo teme por momentos. Lennox es capaz de mandar a dormir a porrazos a la gente (la porra es su arma favorita, no usa armas de fuego), pero también se conmueve con los más débiles. Es apuesto (“me encuentran parecido a Jack Palance”) y ganador con las mujeres. Aprecia y valora la belleza femenina, y no pierde oportunidad de seducir a alguna dama (seducir suena muy polite: lo que Lennox busca es llevarlas a la cama… o a cualquier callejón en penumbras). Pero lo que más destaca en este personaje es el humor brillante y el sarcasmo casi permanente. La frecuencia de chistes y frases ingeniosas emitidas por el protagonista roza el límite de lo recomendable. Pero así y todo logra el efecto deseado de arrancar sonrisas y de “suavizar” la violencia del relato, lo que no es poco mérito.

En suma, y parafraseando a Connelly, esto también es lo que yo llamo una Novela Negra. Así, con mayúsculas.

Traducción: Santiago del Rey.

4/11

lunes, 29 de noviembre de 2010

¿Querías un hard boiled?

Lennox, Craig Russell

¡Al fin una con un detective como la gente! “Como la gente” en este caso siginifica duro, ocurrente, ingenioso, valiente, cabeza dura, bebedor, violento, con un pasado oscuro, con dispares resultados con las mujeres. En fin: Lennox y Lennox, personaje y novela, son todo eso que hizo que uno se convierta en un adicto a las novelas negras.

La acción transcurre en Glasgow, en los años 50. Lennox es un ex militar canadiense, veterano de guerra, que ha recalado en esta turbia, gris, violenta, triste, fría, “puta y horrible” ciudad escocesa. ¿Qué lo ha llevado allí? No lo sabemos con exactitud, pero sí se las arregla para mostrarnos que el pasado en su tierra de origen, su familia de buena posición, su desempeño en la guerra conforman una bolsa de malos y dolorosos recuerdos.

Ahora Lennox se gana la vida como detective privado. Pero no es “cualquier” detective privado. Lejos de perseguir esposos infieles, o de merodear el lobby de algún hotel, nuestro héroe subsiste básicamente de trabajar para gente que “no desea recurrir a la policía”. Por ejemplo, gente como los Tres Reyes, pesos pesado que se reparten las actividades ilícitas de la ciudad, y con los que Lennox mantiene una “cuidadosa” relación profesional.

Cierto día liquidan a tal Tam MacGahern, hamponcito de segunda categoría, y su hermano gemelo Frankie lo contacta a Lennox para que investigue qué pasó. Arranca así una historia bien old school, bien clásica, en la que abundan los gángsters durísimos, las mujeres irresistibles, las borracheras, las golpizas. Siempre ágil y con un afilado sentido del humor, incluso está narrada en primera persona por nuestro héroe. ¿Qué más se puede pedir?

Se dice que Russell tiene un gran éxito con otra serie, ambientada en Hamburgo, y protegonizada por el inspector Jan Fabel. No tuve el gusto aún. Pero no me extraña para nada. Para mí, con Lennox Russell hizo mérito más que suficiente para que considere seriamente buscar más novelas suyas apenas tenga la oportunidad.

Lennox es puro disfrute: diversión garantizada. Y el que no lo crea que pruebe lo siguiente: compre o no la novela (eso es lo de menos) intente leer el prólogo de menos de dos páginas. Después me cuenta si pudo parar ahí y cómo terminó el asunto…

Traducción: Eduardo Hojman

6/10