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martes, 24 de julio de 2012

Primer guiño: el armero de Los Ángeles


Además de las novelas, me interesan los autores. Para conocerlos puedo leer sus biografías —y arrepentirme al instante—, o puedo encontrar pistas en la lectura de sus obras. No hablo de las influencias —terreno más serio, más académico ese— sino de las huellas que nos permiten adivinar por qué historias —lecturas, películas, canciones— anduvo ese autor que hoy estamos leyendo.
Muchos novelistas sostienen —livianamente a veces, como si fuera taaan fácil— que “escribo lo que me gustaría leer”. Si eso es cierto, estas huellas serían la versión literaria del molesto “los clientes que compraron este producto también compraron”, que es tan habitual en la web. Algo así como “si te gusta lo que estás leyendo, te va a gustar esto que a mí me gustó” (que nos perdone Aristóteles...)
Por otra parte, para el lector son una especie de juego. “¿Se estará aquí refiriendo o no el autor a tal o cual obra?” o “¿Este que menciona acá será el personaje de tal libro?”. La mayoría de las veces son preguntas sin respuesta, puesto que sólo puede aclararlas el autor. Y no siempre quiere. Y no siempre puede. Pero no deja de ser un juego divertido detectarlas, citarlas, compartirlas. Ver quién descubre alguna otra.
Esas menciones, esas huellas que los autores dejan caer en los textos nos iluminan sus gustos e intereses. Yo los llamo guiños por la complicidad con el lector que encierran. Y así estarán etiquetados en el blog, como guiños.
En las novelas del género se encuentran muchos de estos guiños. Supongo que como en todo el resto de la literatura.
Aquí les dejo uno con el que me crucé hace poco.

Hielo negro, la excelente novela de Bernardo Fernández, BEF, es un festival de personajes extraños y atractivos. Uno de ellos, muy secundario, es el Bwana. El Bwana es un temible sicario a las órdenes de Lizzy y el Médico. Ellos ensayan sobre él los efectos de su nueva droga de diseño, el hielo negro. Esto sucede alrededor de la página 206 de la novela, y es un pasaje delicioso de desastres y crímenes y locura que recuerda el Bwana, que va hasta las manos de hielo. Y encima armado el tipo:

“…(tenía claro)… Que llegó a la casa y reconoció de inmediato a los guarros acechando desde dos camionetas negras a las que sin mayor espera roció con una Heckler & Koch UMP que Lizzy le había regalado de cumpleaños para sustituir la vieja Uzi que compró apenas tuvo edad legal para hacerlo en la armería de un ex policía apellidado Pike en Los Ángeles.”

Dado que, según Google, no existen muchos armeros llamados Pike en Los Ángeles, cabe preguntarse: ¿puede ser este Pike, el armero de los Ángeles, el mismo expolicía, exmarine y vendedor de armas, Joe Pike, que acompaña a Elvis Cole en las novelas del norteamericano Robert Crais?
Sólo BEF podría decirlo.

martes, 7 de diciembre de 2010

Una más del Lado Oscuro de Hollywood

El mono bajo la lluvia, Robert Crais

“El primer caso de Elvis Cole” reza la tapa de El mono bajo la lluvia. ¿Quién es Elvis Cole?

Elvis Cole es un detective que trabaja en Los Angeles. Vive solo en una casa sobre una colina. Mira los halcones, y a su gato alcohólico que le toma la cerveza. Ah, y además decora su oficina con muñecos de personajes de Disney. Tiene un socio bastante huraño, violento y ultraprofesional para el combate, una suerte de Rambo urbano, llamado Joe Pike.

Último detalle: esta es su primera aparición, pero hasta hoy la serie lleva más de 20 novelas, una más exitosa que la otra. ¿Casualidad? No. Puro oficio y puro entretenimiento.

¿De qué va la historia? Dos mujeres aparecen en el despacho de Cole. Una de ellas, Ellen Lang, necesita ayuda para encontrar a su esposo, que ha desaparecido llevándose a su hijo. La otra mujer es la “problemática” amiga de Ellen, Janet Simon.

En la búsqueda de Mort Lang, que así se llama el desaparecido, las cosas comienzan a enredarse. Aparece una amante de Mort, luego un amante de la amante, un poco de droga que desaparece por aquí y aparece por allá, algunos mexicanos poco amables… en fin, otra historia de los bajos fondos de L.A. y alrededores (que llegan hasta más allá de la frontera, porqué no). Mejor dicho, otra buena historia del Lado Oscuro de Hollywood.

Elvis Cole es un personaje hecho para el best seller, y está muy bien. Hace buenos chistes, afiladísimo para los diálogos, se defiende bien en las peleas y sabe ser violento cuando es necesario. Se pega algún que otro revolcón con alguna dama. Tiene todos los elementos que justifican que sea, a juzgar por la cantidad de novelas que lo tienen como protagonista y que por lo visto suelen aterrizar en las listas de más vendidos, una especie de tanque dentro de la “novela negra californiana” (si se me permite la clasificación).

Su socio Joe Pike y el amigo policía Lou Poitras tienen lo suyo también, y acompañan muy eficazmente.

La escritura de Crais tiene todo lo que se le puede pedir a un buen contador de historias: diálogos realistas e ingeniosos, dosis adecuadas de humor en los momentos precisos, descripciones justas, perfecto tempo narrativo. Y como tal, forma parte del selecto y exclusivo (más selecto y exclusivo que lo que muchos están dispuestos a admitir) club de “autores garantizados”. Al igual que el enorme Elmore Leonard (Crais lo homenajea poniendo en manos de uno de los personajes un libro suyo, ¡Que viva Valdéz!), como Kellerman, Pelecanos, Mosley o Block, Crais también es uno de esos autores sobre cuyos libros de bolsillo te abalanzas en los kioscos de los aeropuertos, seguro de que te salvarán la vida durante tu vuelo de 10 horas.

Traducción: Emilio Muñiz

7/10