Además de las novelas, me
interesan los autores. Para conocerlos puedo leer sus biografías —y
arrepentirme al instante—, o puedo encontrar
pistas en la lectura de sus obras. No hablo de las influencias —terreno más
serio, más académico ese— sino de las huellas que nos permiten adivinar por qué
historias —lecturas, películas, canciones— anduvo ese autor que hoy estamos
leyendo.
Muchos novelistas sostienen
—livianamente a veces, como si fuera taaan fácil— que “escribo lo que me gustaría
leer”. Si eso es cierto, estas huellas serían la versión literaria del molesto “los
clientes que compraron este producto también compraron”, que es tan habitual en
la web. Algo así como “si te gusta lo que estás leyendo, te va a gustar esto
que a mí me gustó” (que nos perdone Aristóteles...)
Por otra parte, para el lector
son una especie de juego. “¿Se estará aquí refiriendo o no el autor a tal o
cual obra?” o “¿Este que menciona acá será el personaje de tal libro?”. La
mayoría de las veces son preguntas sin respuesta, puesto que sólo puede
aclararlas el autor. Y no siempre quiere. Y no siempre puede. Pero no deja de
ser un juego divertido detectarlas, citarlas, compartirlas. Ver quién descubre
alguna otra.
Esas menciones, esas huellas que
los autores dejan caer en los textos nos iluminan sus gustos e intereses. Yo
los llamo guiños por la complicidad
con el lector que encierran. Y así estarán etiquetados en el blog, como guiños.
En las novelas del género se
encuentran muchos de estos guiños. Supongo que como en todo el resto de la
literatura.
Aquí les dejo uno con el que me
crucé hace poco.
Hielo negro, la excelente novela de Bernardo Fernández, BEF, es un
festival de personajes extraños y atractivos. Uno de ellos, muy secundario, es el Bwana. El Bwana es un temible sicario a las órdenes de Lizzy y el Médico.
Ellos ensayan sobre él los efectos de su nueva droga de diseño, el hielo negro.
Esto sucede alrededor de la página 206 de la novela, y es un pasaje delicioso
de desastres y crímenes y locura que recuerda el Bwana, que va hasta las manos de hielo. Y encima armado el tipo:
“…(tenía claro)… Que llegó a la casa y reconoció de
inmediato a los guarros acechando desde dos camionetas negras a las que sin
mayor espera roció con una Heckler & Koch UMP que Lizzy le había regalado
de cumpleaños para sustituir la vieja Uzi que compró apenas tuvo edad legal
para hacerlo en la armería de un ex policía apellidado Pike en Los Ángeles.”
Dado que, según Google, no
existen muchos armeros llamados Pike en Los Ángeles, cabe preguntarse: ¿puede
ser este Pike, el armero de los
Ángeles, el mismo expolicía, exmarine y vendedor de armas, Joe Pike, que acompaña a Elvis Cole en
las novelas del norteamericano Robert Crais?
Sólo BEF podría decirlo.
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