Entonces suena un teléfono gris,
con línea privada.
El señor Stein atiende el
llamado.
Sólo una pequeña cantidad de
personas conocen el número de ese aparato.
—Buenas tardes, señor Stein
—dice la voz de un hombre.
—¿Quién habla?
—No importa mi nombre, señor
Stein. Queríamos decirle que debe estar usted orgulloso de su hijo.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué
quieren?
—Marcos demostró entereza y
valentía, señor Stein. Es un gran chico, muy bien educado.
—Mi familia no tiene nada que
ver con esto. Déjenla en paz.
—¿Con qué no tiene nada que ver su familia, señor Stein?
Duda, durante algunos segundos,
sin encontrar solución a sus propias palabras.
—No lo sé —dice después—. No sé
qué quieren ustedes, pero no vuelvan a meterse con mi familia.
—Sabe que podemos hacerlo, señor
Stein.
—Para qué, dígame para qué. Si
no es dinero lo que pretenden no entiendo cuál es el sentido de estas amenazas.
—No son amenazas, señor Stein.
—Llámelo como más le guste.
—Las medidas de seguridad
sirven, señor Stein, cuando se sabe para qué son necesarias. Y usted no lo
sabe.
—No se preocupe por eso. Le
advierto que les conviene dar por terminada esta aventura.
—No aceptamos advertencias de
usted, señor Stein. Ya llegará el momento en que pueda comprenderlo. Es posible
que logre demorarlo, pero mientras tanto no podrá proteger de la misma manera a
toda su familia, señor Stein.
—No sé qué es lo que lograré
demorar, pero en todo caso no es mi intención hacerlo. Quiero terminar esta
historia cuanto antes, de una vez por todas.
—Pensamos, sin embargo, que
todavía no es el momento oportuno, señor Stein. Hay mucha gente a su alrededor,
demasiadas opiniones y consejos que no lo ayudan, en definitiva, para que usted
pueda ver las cosas claramente.
—Sigo sin entenderlos… sin
comprender cuál es el objeto de estas maniobras…
—Puede ser que alguna vez lo
sepa, señor Stein.
—Escúcheme, por favor. Si buscan
dinero podemos llegar a un acuerdo…
—Eso es un error, señor Stein.
Buenas tardes.
(Juan
Martini, El cerco – Tres novelas policiales, Buenos Aires, Legasa, 1985, pg 319)
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