sábado, 14 de julio de 2012

Muerte en la ría


La playa de los ahogados, Domingo Villar


Tuve la suerte de estar por primera vez en Galicia hace unos años. Digo “estar” porque, aún sin saberlo, yo ya conocía Galicia desde chico: viajaba los domingos a través de un portal de la calle Vedia, en la casa de mi abuela Dolores y sus nueve hijos gallegos. Pero esa vez, cuando por fin estuve allá, llegué directo de la monstruosa Buenos Aires a un pueblito de dos mil habitantes, y fue como llegar otra vez a casa. Y allí entender que muchas costumbres de mi familia no eran de mi familia sino del lugar del que venía mi familia. En fin, esto no le interesa a nadie más que a mí. Pero viene a cuento porque leer La playa de los ahogados fue también, en alguna medida, como repetir esa visita a Galicia.

Llegué a esta novela, además de por esa cuestión de las raíces, porque figura entre los imprescindibles de Negra y Criminal. Y sé que esa gente rara vez se equivoca con sus recomendaciones. Esta no fue la excepción.

La playa de los ahogados es la segunda presentación de Leo Caldas. El personaje creado por Domingo Villar es inspector de policía en Vigo. Posee cierta popularidad por su participación en la radio local, popularidad que le molesta cada vez más. Solitario, fumador, disfruta de la buena comida y el vino blanco. Ya no tiene pareja. Se relaciona armónicamente con su padre. Lo acompaña su ayudante Rafael Estévez: un aragonés puro músculo, que se saca de quicio con la inefable idiosincrasia de los gallegos.

Una mañana aparece en las playas de Panxón, cerca de Vigo, el cadáver maniatado de un marinero. Es Justo Castelo, un pescador conocido en el pueblo. Al principio, todo parece indicar un suicidio. Pero eso sólo al principio, pues rápidamente Caldas se convence de que se trata de un asesinato.

A lo largo de una investigación ardua deberá reunir testimonios de los más variados, incluyendo algunas sobre extrañas apariciones de fantasmas. Lo hace mientras recorre la bellísima geografía de la ría de Vigo, su cultura y sus costumbres. El habla de los lugareños —mechando palabras locales o de uso muy frecuente entre los gallegos—, sus costumbres gastronómicas, sus técnicas de pesca —de las nécoras a los percebes— y de navegación, los mecanismos de subasta en las lonxas de los puertos, todo remite a recrear con vividez el ambiente. Gracias a la sapiencia con que Villar maneja estos elementos descriptivos tuve esa sensación de volver a visitar Galicia. Más allá de mis afectos personales, creo que este es un punto fuerte del libro.

La playa de los ahogados no es el tipo de novela al que soy más afecto, al menos no últimamente. No es tan negra como me vienen gustando. Esta es más bien una novela policíaca de corte clásico. Hay un enigma central por resolver. Todos los elementos disponibles —autopsia, forma de morir, coartadas, tiempos, móviles— dan vueltas por la cabeza de Caldas, quien va moviendo la la sospecha principal de un personaje a otro, sin que la tensión del relato decaiga ni por un momento. Se supone que en este tipo de novela el lector debe poder reconstruir lo que ha sucedido, pues debe contar con la misma información que el detective, etc., etc. Caldas logra resolverlo, pero a mí me quedaron un par de preguntas sin responder. Sin embargo, como no soy un lector muy exigente en cuanto a la verosimilitud “científica”, y debido a que el relato me llevó de las narices, puedo decir que fue una lectura que disfruté de punta a punta.

Acá les dejo un lindo booktrailer. Respiren un poco del aire de las rías.
   

6/12

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