La vida es dura, Andreu Martín
Se sabe del interés de la novela
negra en funcionar como una especie de termómetro de la época. Hay un afán de
retratar el momento, la sociedad, la forma de las relaciones. Pero muchas veces
me pregunto si es así, o si en realidad de lo que se habla en el fondo es de
los comportamientos de los individuos.
En cada época, entorno o comunidad, el material siempre es el hombre: en cuerpo y alma.
En su última novela, La vida es dura, Andreu Martín pone a
sus personajes a funcionar en medio de una crisis económica brutal como la que
se está viviendo en este momento en España. Que es como la crisis que ayer
hemos conocido, y mañana conocerán en cualquier otro lugar del planeta, hay que
decirlo. Delante de ese tsunami están sus personajes: urbanos todos, de clase
media algunos, otros no tanto, gente habituada a un trabajo estable y con una
hipoteca por pagar. Andreu elige a uno de ellos, le planta la cámara encima y
nos relata esta historia que transcurre mientras la Gran Ola los está
revolcando a todos. Un hombre en una época de una sociedad.
“Si no pagas lo que debes, te
quemamos el Mercedes” es la consigna que gritan los trabajadores de
Mecatecnicar. Todos están en la puta
calle. Entre ellos, el narrador de esta historia. Él es escéptico y descree
de esa protesta. No por la protesta en sí, sino por los manifestantes: ellos
nunca van a quemar nada. Se acuerda, en cambio, del “Serio”. Imagina cómo
hubiera actuado él ante una situación así.
Sin trabajo y con el banco a
punto de dejarlo en la calle, la desgracia no ha hecho más que comenzar.
Nuestro hombre —alguien “soltando amarras”, “deseando desaparecer”— tiene un
hijo adicto a la heroína, y que aparece con unos cuantos huesos rotos en el
hospital. El chico va a morir: si no es por las drogas será por los rusos que
lo golpearon, y que lo matarán si los delata…
Es entonces cuando “el Serio” vuelve
a tomar el control. Porque “el Serio” no es otro que el narrador de esta
historia. “El Serio”, “Serrucho”: apodos que supo ganarse en las épocas de
instituto de menores y cárcel. Y que cobran sentido nuevamente ahora.
Con la contundencia que lo
convierte en el maestro del relato violento, Andreu Martín nos cuenta la espiral
que llevará al “Serio” —uno que viene a sumarse a su galería de personajes
memorables, junto al Migue de Prótesis
y al Huertas de Barcelona Connection—
a mezclarse con putas, yonquis y okupas en un barrio de las afueras, planeando
su venganza en la persona del ruso Rostov.
La vida es dura es una novela que me enganchó por los argumentos
que siempre despliega la escritura de Andreu Martín. En lo personal, hay algo
en los diálogos que construye este autor que a mí me llega de manera especial.
Cuando uno de sus personajes está enojado, cabreado,
nervioso, no hace falta que me lo explique: basta con leer sus parlamentos para
escuchar el volumen exacto de las palabras, ver los ceños fruncidos y los dientes
apretados. No sabría explicar cómo lo hace, debería estudiarlo, pero a menudo
me hace temblar.
La vida es dura es todo un hito en la carrera de Andreu Martin. Es una
historia sobre los efectos de la crisis, pero ¿es a la vez es una respuesta a la crisis? Esta es la
primera novela que el autor publica exclusivamente
en formato digital. En una decisión plena de significado en este momento, Andreu
está reeditando toda su obra descatalogada y publicando material inédito en este nuevo formato.
A precios más accesibles, con llegada a más lectores y, tal vez, ganando un poco más. ¿Qué hay riesgos de pirateo? Tal vez, quién puede saberlo.
A precios más accesibles, con llegada a más lectores y, tal vez, ganando un poco más. ¿Qué hay riesgos de pirateo? Tal vez, quién puede saberlo.
“Yo lo que quiero es que mis
obras perduren”, dice Andreu. Con claridad meridiana, y con la valentía
necesaria en los tiempos que corren. ¿Cómo no acompañarlo, si encima lo
hace sacando esta novela, dura como la
vida?
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