Santería es la primera novela de la que será una saga de cuatro, a editarse en la interesante colección Negro Absoluto (que incluye, casualmente, la novela del comentario anterior, Lejos en Berlín).
Juan Sasturain, su director, escribe una contratapa por demás vendedora, y que motivó que me comprara esta novela, aún cuando consideré fallida la anterior que había leído del mismo autor, Siete & el Tigre Harapiento.
Y debo admitir que Oyola esta vez respondió a las expectativas creadas en la contratapa.
Santería es una veloz, violenta, entretenida historia que transcurre en los años 90 en algunas villas miseria de Buenos Aires (¿reales o ficticias? ¿importa?): Puerto Apache y el Jabutí. La primera, situada al lado de la Costanera Sur, vive sus últimos días, próxima a ser barrida por la que años después será la huella más visible a nivel urbano del oropel menemista: Puerto Madero. La segunda podría ser uno de los tantos asentamientos de la zona del Bajo Flores, atiborrados de inmigrantes de países limítrofes.
En estos escenarios muy bien recreados se mueve la protagonista y narradora, Fátima Sánchez, conocida como La Víbora Blanca.
Fátima es una joven bruja que lee las cartas, que ha perdido un amor de su vida, el maleante Ray, y que perderá otro amor de su vida, el policía Charly … y que puede ver el futuro en el llanto de las palomas. Un futuro atravesado por la presencia de su enemiga, la Marabunta. Absolutamente malísima, la Marabunta no acepta que Fátima se rebele contra ella, y promete destruirla, herirla en donde más le duele. Pero Fátima no está sola: la acompañan su sobrino Danielín, su amigo el Emoushon y el policía Aguirre, quienes están dispuesto a dejar todo para defenderla de la Marabunta y su ejército de guardaespaldas.
Así las cosas, la historia transcurre oscilando entre la violencia del policial más duro, y las referencias a lo religioso y a lo esotérico, a través de la fuerte presencia de santos e íconos de la fe popular de nuestro país (San Jorge, el Gauchito Gil, San La Muerte). Y todo embebido en un ambiente barriobajero, orillero, con permanentes alusiones a la cultura pop, especialmente en el soundtrack de la novela (desde la cumbia al pop, desde La ventanita del amor a A total eclipse of the heart), en “el llorar de las palomas” que lee Fátima (¿alusión al ochentoso tema de Prince?) y en los modos en que se nombran los personajes entre ellos (el mismo apodo del Emoushon, o los Kevin Costners, que como en la película con Whitney Houston, aquí son los guardaespaldas de la Marabunta).
Buen arranque de Oyola para esta primera parte. ¡Vayamos por más!
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