El camarero sirvió otra ronda. Era un anciano encorvado
con uniforme.
—¿Adónde las vas a buscar? —dijo Mitch. El camarero se
enderezó y se quedó mirándolo—. He dicho que adónde vas a buscar las copas.
Será algún sitio fuera del edificio, por narices. O puede que vayas a buscarlas
a un par de manzanas de aquí, que tengas que ir en taxi o algo así. Lo preguntaba
por curiosidad.
—No, señor —respondió el camarero—. Solo tenemos un hombre
trabajando en el servicio de almuerzos y bar y está muy ocupado. ¿Las copas
están a su gusto?
—Bueno, pues, ahora que lo dices, no. Casi todo se ha
evaporado para cuando llega aquí.
—Mitch —dijo Cogan. Y se dirigió al camarero—: Sí, las
copas están bien.
El camarero se marchó.
—La próxima ronda le encargaré por correo —dijo Mitch—.
Seguramente tendrán un cupón de esos que salen en las revistas, lo envías y
cuando llegas aquí solo tardan una semana en servirte lo que quieres.
—El sitio lo elegiste tú —le dijo Cogan.
—Es el único puto sitio que conozco en todo Boston, joder.
(George V.
Higgins, Mátalos suavemente, Barcelona,
Libros del Asteroide, 2012, pág 155)
No hay comentarios:
Publicar un comentario