Amanecía por el
este cuando Reacher llevaba una hora de viaje. El cielo cambió de negro a gris,
luego a púrpura y finalmente la luz naranja del sol apareció en el horizonte.
Reacher apagó las luces. No le gustaba conducir con luces después del amanecer.
Se trataba simplemente de un mensaje subliminal, dirigido a la policía del
estado. Las luces encendidas después del amanecer sugieren todo tipo de cosas,
como huidas nocturnas. El Mustang ya era lo bastante provocativo por sí solo.
Era un coche llamativo, agresivo. Un tipo de coche que se solía robar a menudo.
Pero los
policías que Reacher vio no se fijaron en él. Reacher condujo a una velocidad
de ciento diez kilómetros por hora, como si no tuviera nada que esconder. Pulsó
el botón del CD. Sonó Sheryl Crow, algo que no le molestó en absoluto. No lo
quitó. Every day is a winding road, le
decía Sheryl. Cada día es un camino
tortuoso.
«Lo sé —pensó—.
A mí me lo vas a decir.»
(Lee Child, Un disparo, Barcelona, RBA Libros, 2011,
pág. 298)
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