miércoles, 15 de agosto de 2012

Un hombre y un jardín



La casa de Joe es la joya de una agradable manzana: césped perfectamente cuidado, ventanas de cristales relucientes y un caminito de adoquines entre la casa y la acera. Todo un amo de casa, nuestro Joe. La mayor parte del jardín trasero y el camino de entrada está lleno de flores preciosas, especialmente balsaminas. Detrás de la casa hay un garaje atestado de rastrillos, azadas, compost y fertilizantes. Si se quiere encontrar a Joe un sábado o un domingo por la tarde, hay que buscarlo en el jardín o en el garaje. No era así cuando trabajábamos en Narcóticos. Ruth, la esposa de Joe, cuidaba del jardín y las flores como si fueran la única razón de su existencia, mientras que Joe nunca hizo más que limpiar el camino de entrada, y tan solo cuando caía una buena nevada. Ruth murió en invierno, y al año siguiente, cuando llegó la primavera, Joe no quería ni pensar en que las flores de su mujer no tendrían el aspecto al que estaban acostumbrados los vecinos. Ahora creo que pasa más tiempo en el jardín del que Ruth jamás pasó.

(Michael Koryta, El lamento de las sirenas, Barcelona, Mondadori, 2011, pg 41)

No hay comentarios:

Publicar un comentario