lunes, 3 de septiembre de 2012

Otros cuentos de amor, de locura y de muerte


El cobrador, Rubem Fonseca

Si quedaran un puñado de causas en cuyo apoyo valiera la pena pronunciarse, una de ellas bien podría ser esta: colaborar en la difusión de la obra del brasileño Rubem Fonseca. Total, con tanto  nórdico sobrevalorado, ¿por qué no intentar un tiro para el lado de la justicia?

No estoy en condiciones de decir si es o no Fonseca el más grande escritor brasileño contemporáneo ni nada por el estilo. Sencillamente considero que la obra de Fonseca no goza ni de una difusión ni de un reconocimiento acorde a su estatura, al menos en nuestro idioma. Tan simple como eso. De modo que, dada “la causa”, y dado que siempre que puedo trato de disfrutar de un buen escritor, me conseguí un ejemplar de la reciente edición de RBA de El cobrador.

Aunque no estoy seguro de que la palabra disfrutar sea la más adecuada para hablar de las historias de Fonseca, pues son historias siempre duras, cortantes. Ahí va: cortantes sí que me gusta. Porque, si el mundo trabaja tapando la desgracia y la miseria, vendiéndonos lo que sea necesario vendernos para que nos creamos felices, limpios y buenos, ahí viene la literatura de Fonseca como un cuchillo ardiente a pelar todo lo que sobra, todo lo que oculta: a mostrarnos el hueso blanco y ensangrentado de la existencia humana.

Que quede claro: quien espere encontrar en los relatos de Fonseca sólo historias policiales se va a llevar una decepción. En cambio, quien busque historias negras —criminales, de amor, de sexo, de locura— saldrá temblando, tal vez falto de aire y buscando banquito y segundos como un boxeador al borde del knock out.

Los cuentos de este libro son una buena muestra de las zonas de interés del autor. Desde la ficción histórica, con la que Fonseca explora el origen violento de su sociedad, parida de esclavitud y guerras (“H.M.S Cormorant en Paranaguá” y “Camino de Asunción”) hasta las viñetas sórdidas de “Crónica de sucesos”. El amor desesperado y la tensión social aparecen en “Comida en la sierra el domingo de Carnaval”; el abandono y la locura, en el asilo de “Once de mayo”. Aunque “El juego del muerto” es una historia cruda y testimonial —es decir, negra—sobre los escuadrones de la muerte, la historia detectivesca que más se acerca a lo clásico, y en la que asoma apenas el humor, es “Mandrake”, protagonizada por el abogado-detective homónimo que aparece en otras historias del autor.

Pero hay tres relatos que son demoledores y que me dejaron grogui. El primero es el brutal “Pierrot de la caverna”, en el que un pedófilo narra su vínculo con una vecina de 12 años. “Encuentro en el Amazonas” es la persecusión implacable y a la vez indolente de un asesino que navega a través de medio Brasil, con una recreación de climas y paisajes que deslumbra. Y en “El cobrador” hay un loco que va por la vida reventando gente porque sí. O mejor dicho, porque todos “le deben mucho”: se ha hartado de pagar, y ahora se cobra sus deudas quedándose con las vidas de sus deudores. Violento al extremo.

Por su rabioso universo, por la contundencia de su prosa árida y porque escribe desde las entrañas de ese gigante próximo y desconocido que es Brasil, Fonseca es un autor para quien un comentario como este es necesariamente insuficiente: a Fonseca hay que leerlo. Sobre todo si sos latinoamericano.

Rubem Fonseca tiene una extensa obra. Conozco poco editado en castellano: algo en Ediciones de la Flor y en Norma (por allá por los noventas). Por eso es para celebrar este rescate de cuatro títulos en RBA. De todas formas pienso que, si el mundo funciona como yo imagino que funciona, RBA no va a vender muchos ejemplares de Fonseca. Algo que lamento, pero que habla bien de dicha colección: ganar plata con los superventas Cornwell, Connelly y la oleada vikinga, a cambio de rescatar excelente literatura como la de Fonseca.

Traducción: Basilio Losada
8/12


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