Disparen sobre el pianista, David Goodis
Leí por primera vez Disparen sobre el pianista hace muchos
años. Me quedó grabada como el clásico que es. Una historia de extraña potencia
de la que, sin embargo, no lograba recordar la trama. Disparen sobre el pianista era para mí aquella casa derruida,
oculta en un bosque. Era el frío y la nieve. Era la historia triste de un tipo
raro que tocaba el piano. Más un drama que una historia policial.
En esta relectura pude confirmar
que la gran obra de Goodis es todo eso. Y que sí, efectivamente, tiene una
hondura dramática que la separan de cualquier etiqueta de género. Hay ladrones,
asesinos, tiros y secuestros, pero esta es una historia sobre el destino, que
es cosa seria, sobre la desesperación y la identidad, sobre la soledad y los dolorosos
caminos del amor.
Eddie Lynn es un pianista que se
gana sus “treinta dólares a la semana” tocando en un tugurio de la fría
Filadelfia. Nadie sabe de dónde vino. El tipo está ahí, dejando pasar las
noches, sin hablar, sin pedir aumento, barriendo el piso al cerrar si es
necesario. Después se va a casa. Su única amiga es una prostituta vecina.
Una noche aparece su hermano
Turley, desesperado, huyendo de unos matones. Le pide ayuda a Eddie. El
pianista intenta eludirlo, de negarle esa mano. Inmediatamente, Eddie se
convierte también en blanco de los matones: tiene que huir. Lo va a acompañar
Lena, la camarera del bar. Una chica decidida y rabiosa. Y que es la única que
conoce el verdadero pasado de Eddie.
Es en ese pasado, en esa historia
que corre por debajo y que vamos conociendo con quiebres temporales en el
relato, que aparece toda la riqueza de esta inolvidable novela. Un pasado que,
como una sombra, o como un grillete, acompañará siempre al pianista. Por más
que Eddie —Edward— quiera sepultarlo. Porque lo que somos es lo que fuimos.
Somos de donde venimos, parece decirnos con desesperanza Goodis: no hay
escapatoria posible.
El estilo de Goodis es bien
directo. Sus diálogos no son malos, pero tampoco brillan especialmente. Por
momentos abusa de los adjetivos, o hace monologar demasiado de Eddie, es
cierto. Después de todo, tal vez tenga algo que ver que Goodis sea un autor cuyo
medio de vida consistía, en el comienzo de su carrera, en escribir 10.000
palabras diarias para revistas pulp. No
es un estilista, ni un purista.
¿Qué es entonces lo que hace
grande a David Goodis? En mi opinión, la eficacia con la que nos muestra su mundo
de desamparo, sin esperanza, oscuro. Noir
en estado puro, logra transmitir una especie de asfixia, de angustia al lector. Lo logró conmigo en
esta relectura nuevamente, como lo había logrado hace años, cuando “nos
conocimos” y me quedó grabado el recuerdo del aire de esta novela. Con igual densidad dramática —rozando el
melodrama en algunos momentos—, por su oscuridad la suya es una literatura mucho más emparentada con la de
Jim Thompson o la de James Cain que con la de otros grandes del Olimpo
negrocriminal como Raymond Chandler o Ross Macdonald.
Estés o no, amigo lector,
especialmente interesado en el género negrocriminal, Disparen sobre el pianista es una de las obras que hay que leer, de
uno de los autores a los que hay que leer.
Traducción: Julio F. Yáñez
8/12
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