Marsella no es una ciudad para turistas. No hay nada que ver. Su belleza no
se fotografía. Se comparte. Aquí hay que tomar partido. Apasionarse. Estar a
favor o en contra. Estar, hasta las cachas. Y sólo así lo que hay que ver se
deja ver. Y entonces, demasiado tarde, uno se encuentra de lleno en pleno
drama. Un drama antiguo, donde el héroe es la muerte. En Marsella, incluso para
perder, hay que saber pegarse.
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