miércoles, 29 de mayo de 2013

Gitanazos lentos (un billete de cincuenta)

El Tirao y la Muda vieron por última vez al Calcao mezclarse en la corriente de ejecutivos con resaca prematura, yonquis anafilácticos, mendigos, maricones de urinario, pijas con carmín en los labios vaginales, niños del éxtasis, mirones ciegos de vino, guineanos con cajones de pulseras, reclutas con permiso para matar, cuarentonas con todas las canas al aire, secretas cantosos, vampiros fanados, diletantes con sueño, ladrones honrados y solitarios vecinos del sexto que han preferido, una noche más, bajar las escaleras antes que arrojarse por el balcón.
Entre aquella bandería indisciplinada de lacayos de la luna caminaban la Muda y el Tirao, gitanazos lentos, dejándose mirar. Él con su cara de póquer recién perdido y ella tonta, descalza y feliz, agarrada a su brazo y sujetando descuidadamente con la mano libre los zapatos de tacón.
Tengo que reconocer que estaba a gusto en los bolsillos del Tirao. Pensaba que desde allí no podía hacer daño a nadie, y eso, tratándose de dinero, no se puede asegurar desde cualquier bolsillo. Lo dice un billete de cincuenta.

(Aníbal Malvar, La balada de los miserables, Madrid, Ediciones Akal, 2012, pág 23)


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