—Quiero
que me enseñes a bailar.
Julia me
podía. La verdad, me podía.
—Manejás
media hora con cualquiera de los brazos. Con la zurda arrancás justo en el
minuto treinta y volvés al cero, contrariando las agujas del reloj. Marcás de
vuelta media hora y de nuevo al minuto cero —la guié dibujando el semicírculo—.
La derecha es la que completa los otros treinta minutos del recorrido. La que
va de la media hasta la hora. De esto no te olvides nunca: tus hombros y los de
tu pareja, siempre paralelos. Estamos corriendo una picada y ninguno de los dos
se saca ventaja, ¿entendés?
(Leonardo
Oyola, Chamamé, Madrid, Salto de página, 2007,
pg 62)
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