Encontraba
un enorme placer en observar la minúscula punta, brasa rojiza, del cigarrillo
en medio de la oscuridad total. Sin embargo, el no ver el humo le hacía sentir
como si no fumara. Se dolía de la pérdida de sensibilidad en la laringe y la
garganta, atascadas de la impresión rutinaria del vicio. Volvía a preguntarse,
si no sería mejor de una vez por todas dejar de fumar, si no merecía la pena
olvidar y dejar enterradas para siempre las bronquitis una vez al año, los
amaneceres con sabor a cobre entre los dientes, la angustia de no tener tabaco
en medio de la noche. Se lo preguntaba, y contestaba negativamente. Volvía a la
brasa solitaria en el enorme cuarto oscurecido.
(Paco
Ignacio Taibo II, Cosa fácil, Bogotá,
Editorial Norma, 2010, pg 37)
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