Saboreó el
líquido dulzón. Se quejó mentalmente del aumento de precio. No tenían madre.
Todavía se acordaba de cuando costaban cuarenta y cinco centavos, y no hacía
tanto tiempo.
Era su
forma de mantenerse mexicano. Mexicano de todos los días, compartiendo las
quejas, protestando por el alza de las tortillas, encabronándose por el aumento
del pasaje en los camiones, repelando ante los noticieros infames de la
televisión, quejándose de la corrupción de los policías de tránsito y los ministros. Mentando madres por la situación nacional, por el deplorable estado
del gran basurero nacional, del gran estadio azteca en que habían convertido
nuestro país. Aunque solo fuera a partir del hermanarse en la queja, en el
desprecio y en el orgullo, Belascoarán ganaba su derecho a seguir siendo
mexicano, su posibilidad de no convertirse en una vedette, en un marciano; su oportunidad de no perder distancia con
la gente.
(Paco
Ignacio Taibo II, Cosa fácil, Bogotá,
Editorial Norma, 2010, pg 31)
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