Una cucaracha macho agarró entre sus patas delanteras a
una hembra y la montó. Cuando resbalaron hasta el título Don't go breaking my heart, Blum metió una moneda por la ranura de
la gramola, apretó el botón y contempló cómo se apareaban. La jukebox estaba llena de cucarachas,
tanto muertas como vivas. «Locas por el rock —pensó Blum—. Bailan sobre el
vientre caliente y eléctrico de la máquina, bailan y follan hasta reventar.
Espero que os divirtáis». El macho dejó ir a la hembra, que se arrastró sobre Sailing y La Barca, y se quedó inmóvil sobre Please don´t go. «El macho la ha matado. Entre los escorpiones es
la hembra y entre las cucarachas, el macho. Así es la vida, pequeña». Blum
cogió su cerveza y volvió a mirar hacia el callejón donde, en medio del
estruendo de la música, las jóvenes acechaban a los turistas, que dudaban entre
gastarse el dinero en media botella de vino para acompañar la comida o en
comprarle a su mujer una camiseta en la que se leía: I lost my heart in Malta.
(Jörg Fauser, El hombre de nieve, Madrid, Ediciones
Akal, 2009)
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