El regreso de Driver, James
Sallis
Luego
de la exitosa película de Nicolas
Winding Refn con Ryan Gosling, era clavado que Sallis iba a escribir
la secuela de Drive. ¿Presión de los
estudios? Él mismo lo ha dicho: “Me llamaron, y dije que no, que no había
escrito ninguna secuela. Pero colgué el teléfono, prendí la computadora y
escribí el título: Driven”. Título que
encontraría curiosa traducción en El
regreso de Driver.
Es
cierto que Driver, aquel inolvidable conductor de riesgo, regresa en esta
novela —después de todo, es una secuela—, pero como título hubiera sido mucho
más apropiado mantener el original Driven
(como sí se hizo en la primera parte, Drive).
Porque driven, además de ser un
participio, puede significar guiado, determinado. Y esa sola y precisa
palabra resulta mucho más potente a la hora de describir a este hombre que
parece predestinado.
Después
de lo sucedido en aquella primera parte, Driver debe desaparecer. Siete años
más tarde tiene una nueva identidad, vive en Phoenix y su novia se llama Elsa. Aunque
ya no conduce para los estudios de Hollywood, ni para ninguna banda de ladrones,
Driver sigue viviendo de los autos. Esto lo vamos sabiendo a medida que avanza
el libro, porque lo que vemos en el comienzo es otra cosa: dos tipos atacan a
Driver en un callejón. Driver los despacha en silencio, con la toda la eficiente
violencia de la que, como sabemos, es capaz. Pero no puede evitar que su novia Elsa
termine con una herida sangrante en el pecho. Y que se le apaguen los ojos.
A
partir de entonces, Driver tiene que esconderse de tipos que empiezan a seguirlo,
y a aparecer por todos lados para matarlo. Se compra un Ford Fairlane y lo
tunea hasta convertirlo en “algo que necesita comer carne seis veces al día”,
como le dice un colega. Aún escapando, divide su tiempo en tratar de entender
por qué quieren matarlo, y en buscar la manera de vengar a Elsa.
Sallis
vuelve a entregar una joya en formato de novela corta (le alcanzan
perfectamente sus 144 páginas). Sin llegar a tener un desarrollo lineal puro,
la historia es bastante más directa que la de la primera, Drive. Hay flashbacks, pero menos. Hay elipsis, y el lector debe
construir partes de la historia. Vuelven a brillar aquí los diálogos, en
especial los que Driver mantiene con Manny, su amigo guionista de Hollywood. La
violencia abunda, aunque parece de alguna forma contenida, sorda (hace que uno
recuerde aquel contraste, aquella poética brutalidad tan bien lograda en su
adaptación a la pantalla).
Entre
citas de Nietzsche o divagaciones acerca del libre albedrío y el determinismo —la
filosofía es una tendencia recurrente de algunos personajes de Sallis, quien por
esto es amado u odiado sin términos medios—, Driven es la historia de un permanente fugitivo. Un solitario que
no puede escapar de su destino: moverse, salir a la ruta, no tener una casa. Una
existencia de desarraigo y vacío, de una cama distinta cada noche, de moteles
sucios y cafeterías de tapizados pringosos, que está en interesante tensión con
una de las columnas del ideario yanqui: la libertad representada en el camino.
Un hombre, un auto, una ruta: “a free
country”. De esa cultura individualista, costado del american
way, es también heredero Driver.
Al
recorrer esa imagen del final, con la sonrisa de Driver en el espejo
retrovisor, y el pie acariciando el acelerador del Fairlane, resulta inevitable
imaginarlo como a un cowboy que cabalga hacia el atardecer.
Hacia
lo que traiga el destino o el camino.
Traducción: Ramón de
España
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No sabía que había una secuela. Qué gran noticia!!! Me encantó Drive!!!
ResponderEliminarHola, Alonso. Gracias por la visita.
ResponderEliminarEspero que te guste también la secuela. Driver es un gran personaje.
Un abrazo,
Ariel