viernes, 21 de marzo de 2014

Old Spice

Cuando llegó al número 316 dejó la caja sobre la cama, se quitó la chaqueta, subió la calefacción, echó un vistazo por la ventana y corrió la cortina.
Espuma de afeitar.
Espuma de afeitar Old Spice.
Una caja de espuma de afeitar Old Spice en la consigna de la estación central de Múnich. El resguardo de la consigna pegado a la peluca de un italiano que supuestamente se llamaba Rossi y al que se le vio por última vez el 13 de marzo en la Villa Aurora, bahía de San Pablo, Malta. Malta, estado insular del Mediterráneo, a medio camino entre Sicilia y África; forma de gobierno «república democrática» de «confesión católica», ¿no es cierto, inspector? 320.000 habitantes, exportaciones: hortalizas tempranas, frutas tropicales, emigrantes y señoras de la limpieza. Y ningún tesoro artístico. Un nido de traficantes, había dicho Larry. ¿Traficantes de Old Spice? ¿Adónde? ¿A Yida? Quizá mister Faq habría visto aquí una oportunidad de hacer negocios. Perdón: mister Haq. Hassan Abdul Haq. Madonna Salvani.
Al final, abrió la caja.
[…]
Blum se fue al baño y soltó una bola de espuma de afeitar en la bañera. Entonces el bote emitió un suspiro y ya no salió nada más. Demasiado poco para 300 mililitros. Una ausencia llamativa. No obstante, el bote aún pesaba. Doscientos gramos como poco, quizás algo más. Y comprobó que los otros también pesaban lo mismo. Blum sintió un hormigueo por debajo de la piel del cráneo. «Aléjate de esto, chico», le avisó una Voz, aunque hablaba demasiado bajo. No podía imponerse a las otras voces y, sobre todo, no podía imponerse al hormigueo. Se sentó en la moqueta con el bote y una navaja, y quitó el difusor de plástico. A una distancia de dos cigarrillos se encontraba una bolsa de celofán con polvo blanco. La sacó, abrió la bolsa, se humedeció el dedo y, después de introducirlo en el polvo, la probó.

(Jörg Fauser, El hombre de nieve, Madrid, Ediciones Akal, 2009)


1 comentario:

  1. El hombre de nieve es una buena novela. No es el típico thriller de invierno nórdico...

    ResponderEliminar