lunes, 10 de marzo de 2014

El peligro de mirar los carteles de la ruta

Atravesando la ciudad, con Camelback en el retrovisor, Driver vio una valla publicitaria, uno de esos nuevos y horrendos carteles digitales que cambian cada pocos minutos. «JESÚS MURIÓ POR TUS PECADOS», decía, sobre una figura estilizada que podía ser la de un rabino, un sacerdote o un predicador melenudo, con la mano alzada a guisa de súplica. Esa imagen desapareció para ser suplantada por el primer plano de un señor con pinta de presentarse a algún cargo público. Lo más probable es que ya hubiese nacido con ese aspecto, pero también se lo había trabajado un poco. Cara ancha, ojos sinceros, impecable raya del pelo. «NO MUEVAS UN DEDO ANTES DE HABLAR CON NOSOTROS», podía leerse. «Sims & Barrow, Abogados».
Driver se echó a reír.
A Shannon le habría encantado.
Hacía unos minutos, estaba pensando en Bernie Rose. Y ahora en Shannon. Pensando en cómo casi todos sus conocidos habían desaparecido.
También pensó en Elsa.
En la sonrisa que se le ponía cuando él decía o hacía algo realmente estúpido. En su voz junto a él, en plena noche. En la pinta de perro ahogado que se le ponía al salir de la ducha con el cabello mojado. En el aspecto que tenía aquel ultimo día, apoyada contra la pared de un café vacío, con el pecho chorreando sangre.

(James Sallis, El regreso de Driver, Barcelona, RBA libros, 2013)


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