domingo, 15 de enero de 2012

¿Jack Taylor sobrio? Leer para creer…

El dramaturgo, Ken Bruen



Conocí a Ken Bruen y a su personaje Jack Taylor en su debut en castellano, Maderos. Me deslumbró. Tanto, que quise hacerme seguidor de la serie. Encontré un par de obras posteriores, pero el hecho de que se lo edite poco en nuestro idioma, y lejos de mi país, me obligó a recorrer la serie fuera del orden de publicación original, algo que normalmente trato de evitar.

Dos palabras sobre Jack Taylor. Es irlandés de Galway, sobre el Atlántico, justo del lado opuesto de Dublin. Es investigador privado, pero antes fue policía. Lo echaron, ya no recuerdo por qué, pero seguro que el alcohol tuvo que ver. Por que, sí, Jack es alcohólico. Pero alcohólico en serio. De esos que no recuerdan las cosas que les pasan, que tienen períodos en blanco: un desastre. Y eso sin contar sus asuntos con la cocaína. Pero también es un gran lector, y un tipo de un humor de acidez extraordinaria. A menudo recuerda con veneración a su padre que ya no está, y siempre odia a su madre, una vieja arpía internada en una clínica psiquiátrica.

La primera sorpresa en El dramaturgo es que Jack está sobrio. Le cuesta horrores, pero parece limpio de alcohol y de drogas. Sólo le queda el tabaco. ¿Qué pasó en el medio, en las historias que me perdí? No lo sé, pero debe haber sido muy fuerte. Aguantando como puede las tentaciones, en esta historia recibe varios encargos. El principal: su antiguo dealer, ahora preso, le pide que investigue la muerte de su hermana. Él no cree que haya sido un suicidio. Los hechos le van dando la razón cuando aparecen otras chicas muertas en circunstancias similares. Y en todos los casos aparecen libros del dramaturgo irlandés Synge junto a los cadáveres.

Pero hay otras subtramas. Jeff y Cathy son los dueños del Nestor’s, un pub en el que para Jack. Motero él, expunk londinense y recuperada yonqui ella, padres de Serena May —una niña que será muy importante en la vida de Jack—, tienen con él una extraña relación de amor-odio, pero que los tres entienden como amistad. Resulta que Jeff le cuenta de un conocido que fue torturado y castrado, lo que empuja a Jack detrás de los Lanceros, una especie de secta de esas que siempre vienen a “limpiar el mundo de escoria”. A la vez, mientras intenta avanzar en estos casos, el detective se encuentra con un viejo amor. Esto podría ser una buena noticia para muchos personajes, pero nunca para Jack Taylor: termina apaleado por el esposo de la dama. No sólo eso, sino que al final también se lleva de ella un escupitajo en la cara.

Novela de un humor negro que arranca sonrisas de las buenas, en El dramaturgo vuelven a aparecer las referencias literarias y musicales características de las novelas de Ken Bruen. Las citas y los nombres en gaélico, la presencia permanente del alcohol y el catolicismo —Jack es un tipo que va a misa, casi siempre sin entender muy bien por qué—, lejos de leerse como lugares comunes funcionan bien —mérito de Bruen— construyendo una feroz y a la vez afectuosa mirada sobre la forma de ser irlandés.

Me dio la sensación de que la traducción, de Daniel Melendez Delgado, podría haber sido más cuidadosa.

12/11

No hay comentarios:

Publicar un comentario