lunes, 13 de enero de 2014

Siempre en la ruta

El pato mexicano, James Crumley

En este camino de la lectura uno se va construyendo sus fanatismos. Yo tengo varios, y uno de ellos es Crumley. Eso significa que voy a leer cada libro de Crumley que aparezca en castellano (e incluso alguno en inglés). Ya lo sé, es así, una de mis pocas certezas. Y “que aparezca” no significa necesariamente que esté a mi alcance. Se sabe que lo que RBA edita en España casi nunca cruza el Atlántico a salvo. Pero también se sabe que para un lector que busca un libro es suficiente con que el libro exista en algún rincón del mundo…

Así que aquí estoy, recuperándome de la lectura de otra historia del viejo Sughrue. Después de la imprescindible El último buen beso, llega esta novela, publicada 15 años más tarde. Y ya les digo: no se queda atrás en absoluto. Si aquella comenzaba —¡memorable!— en un bar con un bulldog alcohólico tomando cerveza junto a su dueño, esta arranca con Sughrue y su amigo el abogado Solly Rainbolt, afuera del bar Infierno Rugiente, bajo la ventisca otoñal que cubre la noche de Montana. Chupan tequila del pico, aspiran metanfetamina, discuten sobre la música de Hank Snow. Sughrue conecta entonces la gramola y ambos se retiran unos metros a mirar. Sí, a escuchar, pero también a mirar: porque la gramola está sobre las vías del tren, y aquello que se acerca es el de las 3:12 a Spokane, “con su brillante faro delantero como un latigazo a través de la maldita noche nevada”.

Así de desmesuradas son las historias de Sughrue. Porque así de desmesurado es Sughrue. El viejo C.W. Sughrue, el borracho que trabaja a tiempo parcial en la barra de un bar. El mismo que acepta el encargo de los mellizos Dahlgreen, dos freaks que, además de traficar armas de guerra, venden peces tropicales. Sughrue tendrá que recuperar dos peces impagos que se quedó un motero peligroso llamado Norman el Anormal, a la sazón, conocido de C.W.. Y, como una cosa lleva a la otra, cuando va a visitarlo, Norman le pedirá ayuda para ubicar a su madre perdida, la mexicana Sarita. Norman cree que la tiene cautiva un millonario texano, Joe Pines. Y allí ya está rodando una historia tan disparatada como violenta, que atraviesa verticalmente los Estados Unidos, desde Montana hasta Nuevo México, con una trama un tanto compleja que involucra a narcos mexicanos y a pozos de petróleo y a bellas mujeres secuestradas. Al FBI y la DEA. Y la estatuilla de un ave, más cercana y menos glamorosa que el famoso halcón de Malta. Todo en una “road story” desquiciada que C.W. Sughrue recorrerá con Frank y Jimmy, los amigos que conserva de Vietnam, siempre armados, siempre colocados, siempre al mango. Siempre románticos.

Pasear por la modesta entrada de Wikipedia que se ocupa de Crumley es sorprenderse con los buenos premios, y los conceptos de los críticos, y su costumbre de meterse en los Top de lo que sea. Es cierto que Crumley vendió muy pocos libros mientras vivía. Una vez que lo he leído, no me extraña en absoluto, la verdad. Y más allá de que lo lamento por él, porque merecía haberse ganado unos buenos mangos en vida, debo confesar que un poco me alivia: me afirma que la cosa funciona como imagino que funciona. Porque si hubiese vendido mucho, no sería este Crumley. Y apuesto a que sigue igual de invendible (lo que agrandaría el valor del rescate que hace RBA de parte de su obra, a la vez que explicaría por qué El último buen beso llegó a esta Buenos Aires de saldos): su desmesura, su “outlaw attitude”, su poesía triste y dura lo dejan afuera de lo que hoy “demanda el mercado”.

James Crumley es un autor al que me gusta imaginar caminando por el borde. Esquivando a los que quieran molestarlo o encasillarlo. Un autor más allá de todo. Y mucho más, de este género negro pasteurizado de hoy, ese caldo tibio en el que flotan forenses sagaces y árticos serial killers, apto para señoras con muchas tardes libres y debilidad por los finales felices.

James Crumley va más allá de todo eso. Va para clásico.

Traducción: Antonio Iriarte Jurado


12/13

2 comentarios:

  1. Es un autor que tengo pendiente con las dos novelas que comentas y por lo que comprobé el año pasado y ahora con tu reseña, levanta pasiones.
    Tendré que ponerle remedio.
    De momento, esta reseña estará entre las destacadas de la semana.
    Saludos

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  2. Gracias por la visita, David.
    Crumley puede o no gustar, pero es un autor que cualquier amante del género debería leer.
    Abrazo desde Buenos Aires.
    A

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