lunes, 6 de enero de 2014

Cuida que mi tumba esté limpia

Regresé a mi casa flotante, llamé al hospital para preguntar por
Jimmie, levanté unas pesas, corrí seis kilómetros junto al lago, limpié y engrasé mi escopeta del calibre doce y cociné un poco de pescado y de arroz para el almuerzo mientras escuchaba una vieja grabación de Blind Lemon Jefferson:

Cava mi tumba con un pico de plata
y cuida de que mi tumba esté bien limpia.
Oh, Santo Dios, sométeme con una cadena de oro

Me pregunté por qué sería que solo los negros trataba la muerte de forma realista en su arte. La gente blanca escribía sobre la muerte como una abstracción, la utilizaba como un recurso poético, se preocupaba por ella solamente cuando era remota. La mayoría de los poemas de Shakespeare y de Frost sobre la muerte había sido escritos cuando los dos eran jóvenes; mientras que cuando Billie Holiday, Blind Lemon Jefferson o Leadbelly cantaban sobre la muerte se podía oír el gatillo del rifle del carcelero, ver la silueta negra suspendida de un árbol frente al sol moribundo del atardecer y oler la caja de pino caliente que bajaban a las profundidades de las tierras del Misisipi.

(James Lee Burke, La lluvia de neón, Barcelona, RBA libros, 2012, pág. 245)


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