Cuervos de Hollywood, Joseph
Wambaugh
En la televisión
argentina existe un programa en el que las cámaras acompañan a los policías en
sus procedimientos diarios por los suburbios. Se llama “Policías en acción”. Con
sus frecuentes momentos cómicos, remates de disparatadas intervenciones
domésticas (borrachos, vecinos enfrentados, accidentes), y sus dosificados
momentos de “acción” (persecusión de rateros por los techos, allanamientos),
resulta un producto muy interesante. Desde luego, en la medida en que uno no
olvide que sólo verá lo que quieran (los del canal, la propia policía)
mostrarle: una estudiada proporción de realidad y ficción. Salvando las
distancias escenográficas, Cuervos de
Hollywood, esta entretenida novela de Joseph Wambaugh, me recordó muchas
veces a ese programa.
Aquí los
protagonistas de la historia son los policías de la comisaría de Hollywood (la Hollywood Station, nombre justamente de
la anterior novela de Wambaugh). En especial los Oficiales de Relaciones con la
Comunidad, de cuya sigla en inglés (CRO) se llega al apodo por el que se los
conoce: “cuervo” ( “crow”). Estos policías andan de civil por ahí, y su función
es un poco de policía, y otro poco de “relaciones públicas”. No hay que olvidar
que estamos en el LAPD “post Rodney King”, aquel negro cuyo apaleamiento en una
autopista provocó las revueltas de 1992. La policía tiene una nueva imagen, una
cúpula burocrática y muchos protocolos que respetar.
En ese escenario, y
en las calles que siguen tan desquiciadas como siempre, con ese plus de locura
que implica Hollywood, se mueven estos policías. A veces persiguiendo rateros o
pequeños traficantes, a veces involucrándose en asuntos domésticos. Que, como se
sabe, no siempre resultan los más fáciles, ni los más cómodos. Por el
contrario, suelen ser bastante sórdidos. Como el divorcio en el que Alí Aziz y
su esposa Margot se disputan la tenencia de su hijo Nicky.
Alí Aziz es árabe y
propietario de un par de clubs de strip tease. Margot solía bailar sobre la
barra. Ambos están ahora dispuestos a ir hasta el final. Alí, urdiendo un
complejo plan con la ayuda de Leonard, un yonqui ladrón; y Margot, quien sospecha
de las intenciones de su exmarido, seduciendo a un par de policías para
“usarlos” de escudo protector. Desde luego, esos policías son integrantes de la
comisaría de Hollywood. Y terminan metidos hasta el cuello en problemas.
Con muy buenos
diálogos, de un humor por momentos desopilante, Joseph Wambaugh —que fue
sargento del LAPD antes de dedicarse de lleno a escribir novelas policiales— nos
lleva a recorrer el día a día de este curioso equipo de policías. Varios de
ellos son nuevos —como los policías surfistas Flotsam y Jetsam— y otros
conocidos de la anterior novela —como el actor frustrado “Hollywood Nate”
Weiss, o el entrañable Oráculo, al que todos en la comisaría recuerdan con
afecto. Justamente, es en la construcción de estos personajes donde se hace
patente el gran oficio de Wambaugh. Porque todos tienen su personalidad, su propia “voz”.
Según dicen los que saben, esto que suena muy sencillo —“darle vida” a
un personaje—, es algo bastante más difícil de hacer que de decir.
Joseph Wambaugh —no
en vano admirado por el mismo James Ellroy— lo hace muy bien. Y entrega más de
400 páginas de puro entretenimiento hollywoodense.
Traducción: Gonzalo Torné
11/12
PS: datazo “Lita de
Lazzari” para cazadores porteños: varias novelas de Wambaugh fueron vistas a
buen precio en la última “Noche de las Librerías”, ahí por Corrientes al 1300…
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