Había en esos versos algo que le sonaba a mensaje cifrado. Un no soy nadie, mátenme. Ruego eutanásico
disfrazado de mala literatura. Báez Ayala pensó que cualquiera podía planear el
crimen perfecto. La gran dificultad residía en encontrar la víctima adecuada
que mereciera la pena. Una vida al pedo que honrara la muerte. Cerró la libreta
cuando la chica le trajo el café.
(Horacio Convertini, La soledaddel mal, Villa María, Eduvim, 2012, pg 29)
No hay comentarios:
Publicar un comentario