Entra
dentro de su lógica que oponga ciertos reparos, pero también que acabe dándose
por vencida y que se entregue gustosamente. De no producirse así los
acontecimientos, Eduardo reconoce que le resultará difícil aceptarlo, por lo
que calibra la posibilidad de convencer a Cady mediante algún tipo de
persuasión sencilla. Simplemente, piensa actuar de la forma más diligente para
la consecución de su objetivo, que significa conducir sin atender a sus
demandas. En contra de nuestra voluntad inicial, a todos nos han convencido
alguna vez de que el destino al que pretendíamos dirigirnos no era el más
emocionante. Alguien provocó que modificásemos nuestra hoja de ruta y acabamos
por agradecérselo hasta el fin de nuestros días. Hablando, argumentando,
razonando. Así se consiguen nuestros objetivos. Por eso Eduardo baraja todas
estas hipótesis, forzado ante la posibilidad de que Cady quiera tomarle el pelo
y todas sus ilusiones queden en nada.
(Diego
Ameixeiras, Dime algo sucio, Cangas
do Morrazo, Pulp Books, 2011, pg 181)
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