El milagro
llamado Marta Nóvoa, o Cady cuando ella quiere, sucede en ese Oregón que se
detiene los domingos a contemplar la vida desde una ventana donde se oye un
partido de fútbol, y donde una mujer no sabe si pedir ayuda o seguir tendiendo
la ropa. La frágil inocencia de Marta Nóvoa se está retirando de la vida como
una marea triste que desciende con la palabra infancia y regresa con la palabra sexo. Hay ojos que contemplan ese tránsito fabuloso detrás de las
puertas, ojos que adivinan los culpables de su infancia en los parques, oídos
que sienten el rumor funerario del tiempo en ese cambio que les enfrenta a la
negra espiral de la muerte. Ocurre, en definitiva, que el fulgor adolescente de
Marta Nóvoa provoca que muchos hombres de Oregón sientan que la mejor
fotografía de sus vidas es una nota necrológica.
(Diego
Ameixeiras, Dime algo sucio, Cangas
do Morrazo, Pulp Books, 2011, pg 140)
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