viernes, 28 de febrero de 2014

Tribunales

Buenadella se acercó al escritorio, cogió la cartera, la abrió y miró un par de documentos. Parker y Grofield esperaron hasta que él levantó la vista y la fijó en Grofield.
—¿De dónde sacaron esto?
—De un hombre muerto.
—No lo creo.
Grofield se encogió de hombros.
Buenadella lo observó, lo pensó otra vez y arrojó la cartera sobre el escritorio.
—Hay más hombres de donde vino ése —dijo.
Grofield sonrió.
—¿Todos así de buenos?
—Mandaré diez juntos —respondió Buenadella.
Parker se acercó.
—No mandará nada —le dijo—. Estamos aquí con usted, a solas. Y podemos terminar todo esto ahora mismo.
Buenadella miró a Grofield, luego a Parker.
—No tengo nada que terminar con ustedes.
—Setenta y tres mil dólares.
—Robados —dijo Buenadella—. Usted no tiene derecho alguno a ese dinero y no hay pruebas de que yo haya visto o tocado un solo dólar. ¿Quiere llevarme a los tribunales?
—Ya está en los tribunales —contestó Parker.

(Donald Westlake, La luna de los asesinos, Madrid, Espasa-Calpe, 2003)


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