No siempre
significan algo, ya lo sé. Pero, como todos, yo también tengo mis taras. Que
tienen que ver con los números, ya lo he dicho. Para gente como yo, un número
redondo (digamos, 100) no es algo que se deje pasar así como así.
Y el número 100 es
el que le corresponde al último libro comentado acá, Trampa para ángeles de barro. Sí, correcto: cien libros comentados
en La forma en que algunos mueren,
desde hace algo más de dos años.
Cien comentarios
que me han traído infinidad de satisfacciones: el contacto enriquecedor con otros
lectores y con varios autores, y las recomendaciones de los secretos mejor
guardados de ciertos libreros. Y unas cuantas nuevas amistades, feisbuqueanas y
de las otras, de las de cerveza y libros, risas y música.
Cien comentarios. Casi
cincuenta al año, casi un libro negrocriminal por semana. Vamos: un libro cada
7,69 días…
No es mucho, pero
no es poco. Sobre todo teniendo en cuenta que no sólo de género negro vive el
hombre, y sobre todo teniendo en cuenta que, por respeto o por pudor, es
política de la casa comentar sólo los libros buenos. Según un criterio que es
discutible, pero es propio.
Así que, para
celebrarlo, como breve —y por fuerza incompleto— racconto vaya esta tramposo Top Ten de los libros que, por una
causa u otra, se me antoja recordar en esta noche.
Ojalá lo disfrutes,
querido amigo. No me olvido que es gracias a tus visitas que esto sigue
adelante.
Por orden de
publicación:
- Sangre Vagabunda, James Ellroy. Magnífico cierre de la Trilogía Americana. Ellroy estaría en cualquier Top Ten que me proponga reunir.
- Red Riding Quartet, David Peace. Acá está la trampa número uno: no es un libro, es una tetralogía. Lo siento: era incluirlo así, o hacer de esto un Top Thirteen. Pero no queda afuera ni en broma.
- El último buen beso, James Crumley, . ¿Es que vamos a tener que aprender inglés para leer más Crumley? Yo en cualquier momento empiezo…
- Las niñas perdidas, Cristina Fallarás. No hay comentario risueño posible para este hermoso libro que habla de infiernos.
- No hay bestia más feroz, Edward Bunker. La experiencia criminal en primera persona, blanco sobre negro.
- Chamamé, Leonardo Oyola. La más policial y rutera de las novelas de Oyola (a esta altura, un amigo de la casa).
- Prótesis, Andreu Martín. El odio y la rabia vuelto personaje. Eso es el Migue.
- Los amigos de Eddie Coyle, George V. Higgins. Lo que otros autores construyen tranpirando páginas y páginas, Higgins lo liquida con un guión de diálogo.
- Sé que mi padre decía, Willy Uribe. ¿Qué se necesita para convertir una hecho criminal, el odio a un padre y una patria que duele hondo en una inovidable novela negra? El talento de un tipo como Uribe.
- John Gregory Dunne, Confesiones verdaderas. No, no es un error. Es
la segunda trampita-gancho: el comentario de esta maravilla lo tenemos la
semana que viene. Te espero entonces, amigo…
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