Hoke fue a su pequeña habitación, abrió la puerta y encendió la luz.
Olía a sábanas sucias, calcetines y ropa interior sin lavar, ron y humo de
tabaco rancio. Howard Bennett, el tacaño director del hotel, había entrado en
el cuarto de Hoke durante su ausencia y había desenchufado el acondicionador de
aire de la ventana para ahorrar energía. Hoke conectó el aire acondicionado y
lo puso a tope.
Se quitó la chaqueta deportiva que llevaba, el arma, las esposas y la
porra, y dejó todo el equipo sobre el desordenado armario. Encendió el pequeño
televisor Sony en blanco y negro, y se sirvió unos dedos de brandy El
Presidente en el vaso de la dentadura.
(Charles Willeford, Miami blues,
Barcelona, RBA Libros, 2012, pg 120)
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