sábado, 13 de octubre de 2012

De herencias y dentaduras (Hoke Moseley llevando una conversación)


—¿Estaba el coche a nombre de tu hermano?
Ella asintió con la cabeza y empezó a llorar.
—¡No es justo! Los dos trabajamos muy duro para comprar ese coche, para hacer el pago inicial y todo, ¡y ahora mi padre se lo quedará!
—Tal vez tu hermano te lo dejó en el testamento…
—¿Por qué iba a hacer testamento? Solo tenía veintiún años. ¡No esperaba morir por culpa de un dedo roto! Todavía no veo cómo alguien puede morirse por un dedo roto.
—Voy a explicarte algo —dijo Hoke. Terminó el último bocado de su sándwich y se limpió la boca con la servilleta—. El doctor Evans es el mejor patólogo de los Estados Unidos, y también es dentista. Y él dijo que no había sido el dedo, sino el shock causado por el dedo roto. Y si él dice eso, va a misa. Déjame explicarte algo sobre Doc Evans.
“Hace más o menos un año tuve algunos abcesos dentales, y la única forma en que podía masticar era echando la cabeza hacia un lado y masticando como un perro con la parte sana. Un día estaba almorzando con el doctor Evans, y después del almuerzo me llevó de nuevo a la morgue, me inyectó novocaína y me sacó todos los dientes. Uno a uno. Luego hizo una impresión y mandó hacerme esta dentadura, se la encargó al mismo técnico que hace todos los dientes de los Dolphins de Miami.”
Hoke se sacó la dentadura postiza, la puso en una servilleta y la entregó a Susan.
—Yo ni siquiera me había dado cuenta de que llevabas los dientes postizos —dijo Susan—. ¿Te habías fijado, Junior?
—No, yo no —dijo Freddy—. Déjame echar un vistazo.
Susan le pasó los dientes a Freddy, quien los examinó detenidamente antes de devolvérselos a Hoke.
—Buen trabajo —dijo.
—Yo los llamo mis piños Dolphins —dijo Hoke. Roció un poco de agua de su vaso en la dentadura postiza, y luego se la metió en la boca y la ajustó—. Es la clase de médico que es el doctor Evans. Y no me cobró ni un centavo. Solo lo hizo por la experiencia. Después de sacarme los dientes me dijo que me fuera a casa. Me bebí media botella de bourbon, y no sentí nada.
“Pero volviendo al tema de la herencia, …”

(Charles Willeford, Miami blues, Barcelona, RBA Libros, 2012, pg 61)

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