Cada nueva novela en la Colección
Roja & Negra de Mondadori & Fresán es un suceso al que hay que
prestarle atención. La colección, casi por definición, resulta de nivel
variado. Pero sus puntos altos son altos de verdad: ojo cuando aparece una
nueva novela de Roja & Negra.
Que nadie se mueva, del norteamericano Denis Johnson, es la última que se ha distribuido en
Buenos Aires. No conocía al autor pero la suma del sello “colección R&N”
más las loas de tapa a cargo de Jonathan Franzen más prólogo del prologuista
profesional más tapa pulp con chica y
revólver humeante me empujó a asumir un riesgo: la compré. Y fue una muy buena
decisión.
El protagonista de esta historia
es Jimmy Luntz. Jimmy canta en un ridículo coro masculino. Es tan perdedor que
Fresán le implanta la cara de Steve Buscemi, como para que se den una idea.
Además de cantar, Jimmy debe plata porque eso es lo que hacen los jugadores
compulsivos. Mucha plata, y a gente mala. Cuando lo viene a buscar el matón
Gambol, Jimmy lo balea pero, ay, no lo mata del todo. Lo dicho: Jimmy es un
perdedor.
Por ahí anda Anita Desilvera. Es
una india bellísima. Bebe un montón, pero no siempre está borracha. Por esas
cosas de la vida (y de las novelas como esta) sabe cómo acceder a un botín de
2,3 millones de dólares. También tiene un arreglo judicial pendiente, y un
divorcio costoso. Pero ¿qué es eso en comparación con esos 2,3? Nunca iba a
pensar, claro, que se cruzaría con Jimmy en la barra de un bar de motel. Es el
encuentro de dos potencias.
A partir de entonces, mientras
Gambol se recupera escondido en el trailer de Mary, una enfermera veterinaria todo servicio, su jefe Juárez y el
Hombre Alto comienzan la cacería de Jimmy por todo el norte de California. Y
Jimmy escapa junto con Anita, y sigue sin creer que ella sea tan hermosa. Pareciera
que, por una vez, el ludópata consumidor de raspaditas tiene verdadera suerte. Al tiempo ya se suma Gambol, y
entre todos van dejando un tendal en los bares de rutas y en las bandas de
moteros hasta que al final todos se encuentran y… es el momento de apostar all-in.
La novela es de un ritmo intenso, y
me resultó muy entretenida. Los personajes, el humor y los diálogos son bien de
esa rama de la familia que viene del tío Leonard y los primos Tarantino y Coen
(*). No lo digo yo, sólo suscribo una de las afirmaciones de Fresán en el
prólogo. Pero además Rodrigo habla de la poesía en la prosa de Johnson. Que además
de poeta es un autor exquisito, de culto, de crear momentos epifánicos (epifanía = palabra fresaniana por excelencia). Si hasta Javier
Calvo —a cargo de la traducción— revela en su blog que es devoto de este
escritor norteamericano nacido en Munich. Y yo, que no traduzco ni edito pero
leo, tengo que coincidir en esa valoración de Johnson, pero hasta ahí: se ven
en Que nadie se mueva algunos
destellos de todo ese valor, pero se me hace que tendría que leer alguno de sus
otros libros para sumarme o no al Club de los Adoradores de Denis.
Una novela muy divertida, muy
cinematográfica en sus diálogos y en sus escenarios de road movie clase B. Hace bien Fresán en elegirla para su colección:
se instala entre las mejores R&N que han pasado por mis manos.
(*): a propósito de tarantinianos
y coenianos (¿y eso?) y de criterios y gustos de los editores, me acordé de la
otra novela de este estilo que tiene la colección. La comenté aquí, Muerte y vida de Bobby Z. Adoro a
Winslow y me considero en deuda por siempre con él sólo por habernos dado El poder del perro. Pero esta novela de
Johnson es, a mi criterio, superior a aquella.
Traducción: Javier Calvo
3/12
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