La
conversación prosiguió. Finalmente, el señor Carter dijo:
—Muy bien.
Espere un momento. —Cubrió el auricular con la mano—. Quiere llamar a uno de
los otros dos, a Florida. Después volverá a llamarnos.
Parker
meneó la cabeza.
—En cuanto
usted cuelgue enviará a un ejército. Lo haremos en una sola llamada.
El señor
Carter transmitió esta información y después explicó a Parker:
—Dice que
en ese caso la respuesta es no.
—Déjeme
hablar con él.
—Quiere
hablar con usted.
El señor
Carter le alargó el auricular.
—¿Cuánto
vale este Carter para usted? —preguntó Parker.
La voz que
sonó junto a su oído era áspera e irritada.
—¿A qué se
refiere?
—O me
pagan o Carter es hombre muerto.
—No me
gusta que me amenacen.
—Nadie lo
hace. Si me dice usted que no, mataré a su señor Carter, y después iré a por
usted. Dejaremos que su compañero de Florida decida. Y si dice que no, le
mataré a usted y entonces le tocará el turno a él.
—¡No puede
cargarse a toda la organización, maldito estúpido!
—Sí o no.
Parker
esperó, sin mirar nada, oyendo únicamente el sonido de la respiración al otro
lado de la línea. Al fin la voz enfadada dijo:
—Se
arrepentirá. No podrá huir de nosotros.
—Sí o no.
—No.
—Espere un
momento.
Parker
dejó el auricular y dio la vuelta a la mesa. El señor Carter parpadeó y después
se abalanzó hacia el cajón.
Logró
abrirlo, pero Parker cogió la pistola antes que él.
El señor
Carter se levantó rápidamente, tratando de ponerse a cubierto, y Parker le
clavó el cañón en el vientre para amortiguar el sonido. Apretó el gatillo y el
señor Carter se encogió sobre sí mismo, se deplomó primero sobre la butaca, se golpeó
luego la cabeza contra la mesa y cayó, finalmente, al suelo. Parker dejó la
pistola y cogió el teléfono.
—Muy bien
—dijo—. Ya está muerto. Tengo su nombre y su número de teléfono. Dentro de
cinco minutos tendré su dirección. Dentro de veinticuatro horas le tendré entre
mis manos. Sí o no.
—¡Dentro
de venticuatro horas estará muerto! Ningún hombre puede enfrentarse solo a la
organización.
—Hasta la
vista —se despidió Parker.
(Richard
Stark, A quemarropa, Barcelona, RBA
Libros, 2011, pg 157)
No hay comentarios:
Publicar un comentario