Enfrente hay un Ford Falcon estacionado en doble fila, junto a él está parado un hombre con una escopeta. De un edificio salen otros dos hombres, con sus .45 desenfundadas. Arrastran al muchacho que es quien grita. Uno de los hombres armados, al ver que en la puerta del cine hay una multitud observando, intenta golpearlo, pero el joven da un tirón y se les suelta. Corre hasta la mitad de la calle mirando hacia los espectadores. Allí tropieza y cae, eso les da tiempo a sus captores para reapresarlo. El joven grita su nombre. Uno de los hombres se abalanza sobre él y lo golpea en la cabeza con su pistola. Entre dos lo cargan, lo llevan hasta el Falcon y lo meten dentro. Cierran. El hombre con la escopeta apunta a la multitud y grita algo que no se entiende, pero que todos entienden y comienzan a dispersarse. Lascano se queda solo en la vereda observando el Falcon que desaparece rápidamente al doblar por Libertad. Donde muere la diagonal, detrás de los frondosos eucaliptos de la plaza Lavalle, se alza el Palacio de Justicia, ciego, sucio y mudo.
(Ernesto Mallo, La aguja en el pajar, Buenos Aires, Planeta, 2006, pg 137)
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