El animal de la paranoia que puso alerta al señor Machi le impide por unos instantes ver lo evidente.
No mira la cerradura al abrir el baúl ni mira adentro cuando va en busca del cargador de repuesto, sino que tantea a ciegas y, con la Glock apuntando al piso, recorre el perímetro con la vista: primero a los lados, después hacia atrás para cuidar las espaldas. Y es en ese momento cuando, antes de ver, siente algo pringoso y húmedo en la mano que tantea buscando el cargador. La saca rápido, como si lo hubiese picado una araña.
La mano —pringosa y húmeda— está, además, roja. Recién entonces el señor Machi vuelve los ojos al interior del baúl.
(Kike Ferrari, Que de lejos parecen moscas, Madrid, Ediciones Amargord, 2011, pg 31)
gracias, Ariel
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