… la organización entera estaba repleta y rebosante de frustrados diversos: ex artistas, científicos, campesinos, escritores, explotadores, poetas, abogados, médicos, músicos; todos ellos se pasaban sus vidas conformándose, por cierto. ¿Y conformándose con qué? Con formar parte de una especie de máquina gigantesca, sin objeto y diseñada al azar, que los hacía ir siempre corriendo en busca de psicoanalistas, que los enviaba a sanatorios mentales, les producía hipertensión y úlceras de estómago, los mataba a base de hemorragias cerebrales, ataques cardíacos y, a veces, suicidios. ¿Por qué debía pagar yo un tributo aún mayor a esa maquinaria fatal? Sería más fácil y más sencillo ser aplastado tratando de desmontar sus engranajes que ser machacado por ayudarla a funcionar.
(Kenneth Fearing, El gran reloj, Barcelona, RBA Libros, 2011, pg 126)
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