jueves, 24 de abril de 2014

Queremos tanto a Juan

Bares nocturnos, Juan Madrid

Cada tanto me viene bien un viaje a Madrid. Los lectores de este blog lo saben. Y esta vez es un viaje al Madrid del comienzo de la crisis. El creador del gran personaje que es Toni Romano nos planta en medio de una historia en la que vuelve a visitar todos sus tópicos de interés y, como es su práctica habitual, también varios viejos personajes.

La historia la vive Silverio San Juan, el hijo de Juanita San Juan. Silverio es un muchacho joven que ya ha estado en la cárcel, y actualmente trabaja como cobrador de morosos para la conocida Agencia Draper. Corren los primeros años de la crisis, y los últimos de un Madrid bohemio que desaparece. Como resultado de ambas circunstancias y de la especulación inmobiliaria, el Burbujas, bar nocturno que pertenece a la madre de Silverio, debe apagar sus últimas luces: lo desalojan. A menos, claro, que Juanita y su socia Catalina logren juntar una pila de euros como para comprarlo…

En esos días llega clandestinamente desde África un cargamento de diamantes robados. Los recibe un militar retirado, exintegrante de un cuerpo de élite de los tantos que arrasan el continente negro, masacrando a su propia gente y a las organizaciones humanitarias que trabajan allí. Uno de sus guardaespaldas en España, antiguo guardia civil, filtra el dato de las joyas, y a alguien se le ocurre un plan: recuperar esos diamantes —por aquello de los cien años de perdón, tal vez— para una ONG que podría con ese dinero reconstruir un hospital en aquel lugar. Una monja bastante liberal recurre a su padre, preso y moribundo, y este lo llama a Silverio, por su antigua experiencia robando habitaciones de hotel. El plan, en apariencia sencillo, más la necesidad apremiante por el cierre del Burbujas, resultan una tentación demasiado fuerte para Silverio.

Cualquiera que haya leído la obra de Juan Madrid coincidirá conmigo en que, además de ser uno de los tres o cuatro autores más importantes del género en nuestro idioma, es un romántico incorregible. Como tal, vuelve, con romántica obsesión, una y otra vez a sus temas de siempre: la crisis, la corrupción de los poderosos, la Madrid de otros tiempos, poblado de personajes derrotados pero puros, corazones limpios en un ambiente sucio. Un mundo que ya no es: Juan Madrid, nostalgia pura, es, por lejos, el más tanguero de los escritores españoles del género. Tal vez no sea un estilista, un cultor de la prosa bella, pero es un escritor con tanto oficio, tanta efectividad y economía, que uno respira en sus historias esos ambientes turbios, algo cutres, de putas, garitos, tabaco y garrafón. Esos ambientes en los que se mueven miserables que se van sin pagar las copas de las chicas, o que trampean en partidas de cartas. Todos personajes que, como Juanita y Catalina, también están siendo desalojados, desahuciados, de un mundo en el que ya no tienen cabida.

Como es su costumbre, en Bares nocturnos Juan Madrid vuelve a mezclar personajes de sus otras historias. Algunos menores como Juanita y Catalina, o como los Draper, padre e hijo, dueños de la agencia en la que trabaja Silverio. Pero también su personaje más grande, Toni Romano, aparece en esta historia. Lateralmente, desde luego, al punto tal de que no puede considerarse a Bares nocturnos como una novela de la serie de Toni. Pero su aparición es importante, más cuando la historia la protagoniza su hijo. Porque claro, a esta altura, y aunque nadie quiera hablar mucho del tema, todos sabemos que Silverio es hijo de Toni. ¿Todos? Bueno, no todos: lo ignora el propio Silverio, aunque algo sospecha. Y esa tensión, que se viene manteniendo a lo largo de las últimas historias de Toni, es un empuje narrativo, que va en paralelo a cualquier trama. La relación, larga en el tiempo pero distante, entre Toni y Juanita, el pasado de ella y su oficio de “alternadora” en el bar, la soledad actual de Toni, son los ladrillos con los que Juan Madrid viene edificando esa relación viril entre dos tipos duros y secos como Silverio y Toni, para que el lector la lea en términos paterno-filiales.

Este ejemplo, la relación entre Toni y Silverio, pinta claramente uno de los “ganchos” por los que funciona la literatura de Madrid: siempre busca un efecto en el lector. Aun cuando la trama gire alrededor de un robo, o denuncie los efectos de la crisis o la podredumbre moral de los poderosos o lo que sea, Madrid nunca pierde de vista la persecución de ese efecto, un propósito de involucrar sentimentalmente al lector con sus personajes y sus escenarios. De hacerlo cómplice.

La construcción de esta complicidad del lector —con el autor, con los personajes— es un truco tan antiguo como efectivo. Y Madrid lo sabe. Será por eso, o porque es romántico, o tanguero, que lo queremos tanto.

3/14


Seguí pinchando: De Madrid vas a encontrar varios comentarios, todos buenos, en este blog. Tanto de una o dos novelas de Toni Romano, como de alguna otra que no es de la serie.

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