viernes, 16 de agosto de 2013

Realismo negro, novela sucia

Mooch, Dan Fante

Bruno Dante es un escritor que está en las malas. Vino de Nueva York a Los Ángeles para presenciar la muerte de su padre y heredar su máquina de escribir. Pero hace rato que no produce algo decente. Las revistas le rebotan los cuentos. Encima lo despiden de su trabajo como vendedor de aspiradoras puerta a puerta. Y eso que Bruno lleva ya un tiempo sobrio. Todavía le da buena pelea a su alcoholismo galopante. Es difícil, pero resiste. Gracias a unos amigos consigue entrar a Consumibles Orbit, una empresa de venta telefónica. Su dueño, un individuo de disciplina marcial, resumen viviente de los libros de autoayuda y de management barato, es también un alcohólico recuperado. Bruno soporta sus sermones y, para su sorpresa, comienza a ganar algún dinero. Se le da bien eso del teléfono.

Enseguida conoce en Orbit a Jimmi Valiente, una hermosa mejicana ex bailarina de lap dance. Ella también, como casi todos ahí, se está recuperando de mil adicciones. El problema es que Jimmi es dinamita pura. La inestabilidad hecha mujer, una montaña rusa de subidones frenéticos y caídas en picada. Montaña rusa a la que Bruno, claro, se sube, obnubilado por la belleza y el magnetismo de la chica. Enamorarse de ella es para Bruno como enamorarse del mismísimo diablo.

Mooch es la corta y filosa, dura y divertidísima novela que narra el período de la vida que el loco de Bruno Dante —álter ego del autor— compartió con la pirada de Jimmi Valiente. Relación dolorosa, de amor asimétrico —amor al fin—, traerá recaídas, violencia y más soledad. Pero Dante es tan, pero TAN bueno que cerrás el libro con una sonrisa triste pero esperanzada (la cursilidad es mía, no de él).

Mooch es una novela excelente, perfecto ejemplo de eso que algunos llaman realismo sucio. Como toda definición de género, a la fuerza debe estirarse. Y así es que el llamado realismo sucio incluye a autores dispares, que van desde Bukowski hasta Richard Ford, pasando por el minimalismo de Carver o hasta por Russell Banks. Y Fante, claro. Y también John, el papá de Dan Fante (rescatado del olvido por el propio Bukowski, según él mismo cuenta en el prólogo de Pregúntale al polvo) (*).

¿Por qué comentar acá este libro, que no es policial ni novela negra? Además de porque es un tipo de literatura por el que me siento atraído, lo quise hacer porque encuentro —y me atrevería a decir que no soy el único, a juzgar por los lectores que sé “compartidos”— varios puntos en común entre este realismo sucio y cierta novela negra —género que el mercado también ha vuelto hoy “elástico”, hay que decirlo—, que es la que más me interesa.

Ambos son géneros realistas que se originaron en Estados Unidos, que se caracterizan por el lenguaje seco, corto, la precisión en las descripciones, la oralidad. Suelen compartir tanto los escenarios geográficos (suburbios, calles sucias, bares, casinos) como algunos protagonistas (perdedores, alcohólicos, adictos, violentos, trabajadores y desocupados).

Pero la coincidencia más fuerte, para mí, está en la postura que ambos géneros adoptan frente a un sistema, al orden de cosas imperante. Se sabe que desde sus orígenes la novela negra ha mostrado vocación de cuestionar, interpelar, denunciar un sistema con frecuencia perverso y alienante, cuyo emergente inevitable es el crimen. En cambio el realismo sucio, sobre todo en esta veta de Fante y Bukowski, afina el zoom para mirar cómo opera ese mismo sistema en las personas comunes, por fuera de cualquier episodio criminal de gravedad. Cómo afecta sus relaciones con otras personas, sus situaciones económicas. Cómo ese mismo sistema anestesia y aplasta a los débiles, cómo inyecta en sus venas desesperanza y desesperación. Una mirada macro, una mirada micro, el mismo sistema. Ahí está el punto de contacto: me gusta pensar que esos habitantes del realismo sucio, esos desamparados siempre a punto de saltar de la cornisa, son los potenciales criminales que, antes o después, vivirán en una novela negra.

Pero dejando de lado estas divagaciones, vuelvo a Mooch y a Fante, para decirte, estimado amigo, que no dejes de leer esta novela. Coincidas o no con mis argumentos, no la dejes pasar. Quizás no seas un escritor en las malas, ni un alcohólico intentando zafar. Quizás nunca fuiste víctima de los fundamentalistas del telemarketing. Tal vez no te hayas enamorado de una Jimmi en tu vida, o tal vez sí. Pero te apuesto lo que quieras que, en algún momento, te vas a sentir identificado con Bruno.

Y te vas a quedar pensando...

Traducción: Claudio Molinari Dassatti

6/13


(*): esta vertiente suele producir una literatura con fuerte impronta autobiográfica. Son habituales los personajes escritores, álter egos de los autores: como Dan Fante/Bruno Dante, también existen las parejas John Fante/Arturo Bandini y, los más famosos, Charles Bukowski/Henry “Hank” Chinaski.

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