Mooch, Dan Fante
Bruno Dante es un escritor que
está en las malas. Vino de Nueva York a Los Ángeles para presenciar la muerte
de su padre y heredar su máquina de escribir. Pero hace rato que no produce algo
decente. Las revistas le rebotan los cuentos. Encima lo despiden de su trabajo
como vendedor de aspiradoras puerta a puerta. Y eso que Bruno lleva ya un
tiempo sobrio. Todavía le da buena pelea a su alcoholismo galopante. Es
difícil, pero resiste. Gracias a unos amigos consigue entrar a Consumibles
Orbit, una empresa de venta telefónica. Su dueño, un individuo de disciplina
marcial, resumen viviente de los libros de autoayuda y de management barato, es también un alcohólico recuperado. Bruno
soporta sus sermones y, para su sorpresa, comienza a ganar algún dinero. Se le
da bien eso del teléfono.
Enseguida conoce en Orbit a Jimmi
Valiente, una hermosa mejicana ex bailarina de lap dance. Ella también, como casi todos ahí, se está recuperando
de mil adicciones. El problema es que Jimmi es dinamita pura. La inestabilidad
hecha mujer, una montaña rusa de subidones frenéticos y caídas en picada.
Montaña rusa a la que Bruno, claro, se sube, obnubilado por la belleza y el
magnetismo de la chica. Enamorarse de ella es para Bruno como enamorarse del
mismísimo diablo.
Mooch es la corta y filosa, dura y divertidísima novela que narra
el período de la vida que el loco de Bruno Dante —álter ego del autor— compartió
con la pirada de Jimmi Valiente. Relación dolorosa, de amor asimétrico —amor al
fin—, traerá recaídas, violencia y más soledad. Pero Dante es tan, pero TAN
bueno que cerrás el libro con una sonrisa triste pero esperanzada (la
cursilidad es mía, no de él).
Mooch es una novela excelente, perfecto ejemplo de eso que algunos
llaman realismo sucio. Como toda
definición de género, a la fuerza debe estirarse. Y así es que el llamado realismo
sucio incluye a autores dispares, que van desde Bukowski hasta Richard Ford,
pasando por el minimalismo de Carver
o hasta por Russell Banks. Y Fante, claro. Y también John, el papá de Dan Fante
(rescatado del olvido por el propio Bukowski, según él mismo cuenta en el
prólogo de Pregúntale al polvo) (*).
¿Por qué comentar acá este libro,
que no es policial ni novela negra? Además de porque es un tipo de literatura
por el que me siento atraído, lo quise hacer porque encuentro —y me atrevería a
decir que no soy el único, a juzgar por los lectores que sé “compartidos”—
varios puntos en común entre este realismo sucio y cierta novela negra —género
que el mercado también ha vuelto hoy “elástico”, hay que decirlo—, que es la
que más me interesa.
Ambos son géneros realistas que
se originaron en Estados Unidos, que se caracterizan por el lenguaje seco,
corto, la precisión en las descripciones, la oralidad. Suelen compartir tanto los
escenarios geográficos (suburbios, calles sucias, bares, casinos) como algunos protagonistas
(perdedores, alcohólicos, adictos, violentos, trabajadores y desocupados).
Pero la coincidencia más fuerte,
para mí, está en la postura que ambos géneros adoptan frente a un sistema, al
orden de cosas imperante. Se sabe que desde sus orígenes la novela negra ha
mostrado vocación de cuestionar, interpelar, denunciar un sistema con
frecuencia perverso y alienante, cuyo emergente inevitable es el crimen. En
cambio el realismo sucio, sobre todo en esta veta de Fante y Bukowski, afina el
zoom para mirar cómo opera ese mismo
sistema en las personas comunes, por fuera de cualquier episodio criminal de
gravedad. Cómo afecta sus relaciones con otras personas, sus situaciones
económicas. Cómo ese mismo sistema anestesia y aplasta a los débiles, cómo
inyecta en sus venas desesperanza y desesperación. Una mirada macro, una mirada
micro, el mismo sistema. Ahí está el punto de contacto: me gusta pensar que
esos habitantes del realismo sucio, esos desamparados siempre a punto de saltar
de la cornisa, son los potenciales criminales que, antes o después, vivirán en
una novela negra.
Pero dejando de lado estas
divagaciones, vuelvo a Mooch y a
Fante, para decirte, estimado amigo, que no dejes de leer esta novela. Coincidas
o no con mis argumentos, no la dejes pasar. Quizás no seas un escritor en las
malas, ni un alcohólico intentando zafar. Quizás nunca fuiste víctima de los
fundamentalistas del telemarketing. Tal
vez no te hayas enamorado de una Jimmi en tu vida, o tal vez sí. Pero te
apuesto lo que quieras que, en algún momento, te vas a sentir identificado con
Bruno.
Y te vas a quedar pensando...
Traducción: Claudio
Molinari Dassatti
6/13
(*): esta vertiente suele producir una literatura con fuerte
impronta autobiográfica. Son habituales los personajes escritores, álter egos
de los autores: como Dan Fante/Bruno Dante, también existen las parejas John
Fante/Arturo Bandini y, los más famosos, Charles Bukowski/Henry “Hank” Chinaski.
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