miércoles, 7 de agosto de 2013

La villa del señor de la crónica

Si me querés, quereme transa, Cristian Alarcón

Conocí los textos de Cristian Alarcón en el Página/12 de los noventa. Él era un joven cronista y yo era un joven lector. No puedo decir que mi especialidad sea hoy, y muchísimo menos entonces, la detección de talentos. Pero siempre recordé muy bien su nombre, y que la lectura de sus crónicas me hicieron pensar “epa, ojo con este muchacho”. Se suele decir que aquel Página/12 rompió moldes en la forma de hacer periodismo gráfico en nuestro país. A la luz de lo que fue la carrera posterior de algunos de aquel equipo, entre ellos la joven promesa, hay que admitir que sí, ahí se estaba gestando algo.

Cristian Alarcón es hoy uno de los más importantes referentes, en nuestro país y en América Latina, de eso que suele llamarse crónica narrativa. Y que, puesto a arriesgar mi propia definición sencilla, sería algo así como escribir textos de investigación periodística utilizando los recursos de la narrativa. Es decir, con calidad literaria.

Si me querés, quereme transa es una formidable investigación sobre el funcionamiento del tráfico de cocaína del Altiplano en las villas de Buenos Aires. Enorme y compleja investigación periodística que, paradójicamente, se desplaza de lo que como lectores estamos acostumbrados a asociar con ese término. Porque en periodismo “investigación” suele estar ligado a denuncias, pruebas, datos duros. No es lo que busca Alarcón en este libro, y lo aclara de entrada: lejos del objetivo de colaborar con la Justicia o con la policía; nombres y lugares cambiados para proteger a los protagonistas. En mi opinión, en ese enfoque está el acierto principal del autor. Despegarse de esa mochila de denuncia, pero manteniendo todo el rigor de la práctica periodística, le permite ir de lleno a la narración, a la presentación de esos personajes que, si bien habitantes de una realidad, deben ser re-construidos para el lector.

Gracias a este planteo es que conoceremos el funcionamiento de los clanes de inmigrantes peruanos y bolivianos. No tanto el funcionamiento “mecánico”, detallado, del qué se hace o el cómo en el negocio de los transas y los narcos, sino más bien el funcionamiento del entramado de relaciones y valores que vinculan a esas familias. Entenderemos cómo juegan las lealtades cambiantes, y cómo se pagan las traiciones y por qué. En una lectura que nunca da respiro —si bien al principio puede resultar algo confusa por la profusión de nombres y personajes—, nos asomaremos a la lógica de supervivencia del inmigrante, a su necesidad de afincamiento —brillantes son las descripciones de los mecanismos comunitarios de financiamiento de viviendas—, a la planificación comercial en la que la venta de drogas es el motor para el desarrollo de otros negocios más limpios como la gastronomía, los alquileres o la confección y venta de ropa. Asistiremos a una religiosidad muy arraigada —cuya figura central es el Señor de los Milagros, el Cristo moreno venerado en Lima—  que no cuestiona sino que convive con las prácticas más sanguinarias.

En escenarios que van desde San Juan de Lurigancho, en las afueras de Lima, hasta la ficticia Villa del Señor, en el corazón de Buenos Aires, pasando por Cochabamba o Potosí, iremos devorando páginas y páginas tras el derrotero de los Valdivia, los Chamorro, los Reyes. Sabremos de las vinculaciones originales de algunos de ellos con Sendero Luminoso. Y nos deslumbraremos con la inolvidable Alcira, el más fuerte de todos los personajes de esta crónica. Autora de la frase que da título al libro, Alcira es una mujer que sufre y pelea, despiadada, con la que Alarcón, muy a su pesar al principio, terminó construyendo una relación afectiva.

Lejos de una visión simplista de este universo, Alarcón se mantiene con éxito apartado de las posiciones fáciles: nunca condena ni juzga, pero tampoco cae en esa complacencia que provoca en ciertos biempensantes la marginalidad por sí misma. Se nota que puso el cuerpo en esta investigación —y no hablo de riesgo físico, aunque no me extrañaría que lo haya habido—, única forma de narrar desde adentro, de darle con tanto acierto las voces a cada personaje.

Si me querés, quereme transa puede ser un libro imprescindible para distintos tipos de lectores. Desde aquellos interesados en el fenómeno del narcotráfico como una de las tantas manifestaciones que surgen en sociedades como la nuestra, de desigualdades marcadas, hasta aquellos que quieran saber cómo se debe escribir una crónica en el siglo XXI. Y desde luego, también para los lectores, como este servidor, interesados en la buena literatura de género negro.


6/13

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