Si me querés, quereme transa, Cristian Alarcón
Conocí los textos de Cristian
Alarcón en el Página/12 de los noventa. Él era un joven cronista y yo era un
joven lector. No puedo decir que mi especialidad sea hoy, y muchísimo menos entonces,
la detección de talentos. Pero siempre recordé muy bien su nombre, y que la
lectura de sus crónicas me hicieron pensar “epa, ojo con este muchacho”. Se
suele decir que aquel Página/12 rompió moldes en la forma de hacer periodismo
gráfico en nuestro país. A la luz de lo que fue la carrera posterior de algunos
de aquel equipo, entre ellos la joven promesa, hay que admitir que sí, ahí se
estaba gestando algo.
Cristian Alarcón es hoy uno de
los más importantes referentes, en nuestro país y en América Latina, de eso que
suele llamarse crónica narrativa. Y que, puesto a arriesgar mi propia
definición sencilla, sería algo así como escribir textos de investigación
periodística utilizando los recursos de la narrativa. Es decir, con calidad
literaria.
Si me querés, quereme transa es una formidable investigación sobre
el funcionamiento del tráfico de cocaína del Altiplano en las villas de Buenos
Aires. Enorme y compleja investigación periodística que, paradójicamente, se
desplaza de lo que como lectores estamos acostumbrados a asociar con ese
término. Porque en periodismo “investigación” suele estar ligado a denuncias,
pruebas, datos duros. No es lo que busca Alarcón en este libro, y lo aclara de
entrada: lejos del objetivo de colaborar con la Justicia o con la policía; nombres y lugares cambiados para proteger
a los protagonistas. En mi opinión, en ese enfoque está el acierto principal
del autor. Despegarse de esa mochila de denuncia, pero manteniendo todo el
rigor de la práctica periodística, le permite ir de lleno a la narración, a la presentación de esos
personajes que, si bien habitantes de una realidad, deben ser re-construidos para el lector.
Gracias a este planteo es que
conoceremos el funcionamiento de los clanes de inmigrantes peruanos y
bolivianos. No tanto el funcionamiento “mecánico”, detallado, del qué se hace o
el cómo en el negocio de los transas y los narcos, sino más bien el
funcionamiento del entramado de relaciones y valores que vinculan a esas
familias. Entenderemos cómo juegan las lealtades cambiantes, y cómo se pagan
las traiciones y por qué. En una lectura que nunca da respiro —si bien al
principio puede resultar algo confusa por la profusión de nombres y personajes—,
nos asomaremos a la lógica de supervivencia del inmigrante, a su necesidad de afincamiento
—brillantes son las descripciones de los mecanismos comunitarios de
financiamiento de viviendas—, a la planificación comercial en la que la venta
de drogas es el motor para el desarrollo de otros negocios más limpios como la gastronomía,
los alquileres o la confección y venta de ropa. Asistiremos a una religiosidad muy arraigada —cuya figura central es el Señor de los Milagros, el Cristo moreno
venerado en Lima— que no cuestiona sino
que convive con las prácticas más sanguinarias.
En escenarios que van desde San
Juan de Lurigancho, en las afueras de Lima, hasta la ficticia Villa del Señor,
en el corazón de Buenos Aires, pasando por Cochabamba o Potosí, iremos
devorando páginas y páginas tras el derrotero de los Valdivia, los
Chamorro, los Reyes. Sabremos de las vinculaciones originales de algunos de ellos con
Sendero Luminoso. Y nos deslumbraremos con la inolvidable Alcira, el más fuerte
de todos los personajes de esta crónica. Autora de la frase que da título al
libro, Alcira es una mujer que sufre y pelea, despiadada, con la que Alarcón, muy a su
pesar al principio, terminó construyendo una relación afectiva.
Lejos de una visión simplista de
este universo, Alarcón se mantiene con éxito apartado de las posiciones fáciles:
nunca condena ni juzga, pero tampoco cae en esa complacencia que provoca en
ciertos biempensantes la marginalidad por sí misma. Se nota que puso el cuerpo
en esta investigación —y no hablo de riesgo físico, aunque no me extrañaría que
lo haya habido—, única forma de narrar desde
adentro, de darle con tanto acierto las voces a cada personaje.
Si me querés, quereme transa puede ser un libro imprescindible para
distintos tipos de lectores. Desde aquellos interesados en el fenómeno del narcotráfico
como una de las tantas manifestaciones que surgen en sociedades como la
nuestra, de desigualdades marcadas, hasta aquellos que quieran saber cómo se
debe escribir una crónica en el siglo XXI. Y desde luego, también para los
lectores, como este servidor, interesados en la buena literatura de género
negro.
6/13
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