El pico del Diablo, Deon Meyer
Deon Meyer es un autor
sudafricano de gran reputación por sus novelas de género negro. Uno diría que
está en la cresta de su carrera, generacionalmente entre el James McClure,
publicado hasta en la Etiqueta Negra de Júcar, y el más nuevo Roger Smith, que
ya hemos comentado en este blog.
Como primera aproximación a un
autor, uno siempre hace lo más natural: echa una mirada a la contratapa del libro. Resulta interesante, pero veremos que no sólo se queda muy corta, sino
que además contiene algún error (significativamente replicado por algunas
reseñas que están en la web). Además, se da a entender que el protagonista de
la novela será Thobela Mpayipheli. No sería raro, dado que Thobela ya
protagonizó una novela anterior de Meyer. Pero no es el caso de esta trama
compleja, más cercana al thriller que a la novela negra pura y dura.
La historia se teje alrededor de
tres personajes, de un peso asimétrico. El mencionado Thobela, guerrero xhosa
entrenado en la KGB y la Stasi, es el primero. La segunda es Chistine van
Rooyen, prostituta de lujo. Y el tercero, y quien finalmente asume el motor de
la novela, es el policía, muy alcohólico él, Benny Griessel.
Al comienzo del libro el hijo de
Thobela es asesinado en un tiroteo en una estación de servicio. A partir de
entonces, Thobela se propone cazar a los asesinos y emprender una cruzada justiciera
contra todos los abusadores de niños. Se armará con su temible assegai, especie de lanza autóctona, y
se convertirá en la pesadilla de Benny Griessel, responsable de atraparlo. En realidad,
en la segunda pesadilla de Benny,
porque la primera, hay que decirlo, es el alcohol por el que ha perdido a su
familia. Benny está en un momento crucial de su vida, expulsado de
su casa y peleando la última batalla contra el alcoholismo, cuando cae en sus
manos este caso, el del asesino de pedófilos. Mientras tanto, de Christine apenas
sabemos que es una prostituta de lujo. Algo fabuladora, con una historia dura y
una hija pequeña. Y sabemos todo esto porque se lo está contando a un ministro
o reverendo, en una iglesia. La historia de Christine es la que hace dudar al
lector, la que no “encaja” de manera clara.
Pero hay que seguir leyendo.
Porque pasado el primer tercio del libro, algo confuso y lento, la historia
parece hacer un click y cobra una
velocidad que te pasa por encima. Ya no se puede largar la lectura. La
vinculación de Christine y su hijita Sonia con un violento narco colombiano le
dará pie a Griessel a tender una trampa al asesino serial de la assegai. Y no cuento más, para no meter
un spoiler.
El pico del Diablo tiene una trama atrapante, con buenos giros, que
mantiene la tensión del lector por saber qué es lo que va a suceder a
continuación, cómo se van a resolver las cosas. En este sentido digo que es más
un thriller que una novela negra: su
motor es el suspenso.
La novela transcurre en una
Sudáfrica en la que en apariencia se ha superado el conflicto racial —que sólo
se toca lateralmente en la novela, por algunas tensiones entre policías— pero,
salvando la elección del arma de Thobela, podría haber transcurrido en
cualquier otro lugar del mundo. Es en realidad una historia que, a través de
una trama de suspenso, trata de ese triángulo inestable que dibujan la
justicia, la venganza y la culpa. Tres puntas que están presentes en cada uno
de los tres personajes de la novela: Christine y Benny, los más reflexivos, y
que por momentos rozan la autocomplacencia, y Thobela, el hombre de acción, una
máquina de matar que no reflexiona sino que planifica.
El libro asusta un poco con sus
450 páginas. Pero si lo encarás y pasás el primer tercio, te vas a encontrar
con lo mejor de esta novela. Vale la pena hacer el intento.
Traducción: Alberto
Coscarelli
5/13
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