“El mayor enemigo del motociclista es fijarse en el objetivo. Está en
nuestra sangre. Por desgracia, la conexión entre los ojos y el cerebro funciona
de esta manera: si miras un bache o una piedra, acabarás tragándotelo.
Asegúrense de no mirar nunca directamente al obstáculo. A los pilotos de
combate se les enseña a mirar a noventa grados del objetivo en el momento en
que aprietan los botones de disparo de misiles. Una vez que has visto un
obstáculo en la carretera, sabes que está allí. Busca la manera de evitarlo;
mantén los ojos en la trayectoria segura. Tú y la moto la seguiréis
automáticamente.”
Estaba allí sentado pensando en que esto no sólo era una lección de
motociclismo; la vida también funcionaba así. Aunque te dieras cuenta tarde o
muy tarde. Algunas veces no veías las piedras. Como cuando volvió después de la
guerra. Dispuesto para el combate, atento y preparado para la nueva Sudáfrica.
Preparado para utilizar su entrenamiento, sus habilidades y su experiencia. Un
alumno de la universidad de la KGB, licenciado en la escuela de francotiradores
de la Stasi, un veterano con diecisiete eliminaciones en ciudades de Europa.
Nadie le había aceptado.
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